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Entiéndase de la época de Fernando VII. Dos de estas recordamos, la de la puerta de Sevilla, y otra que se halla entre la puerta de Almodovar y la de Gallegos, frente al convento que fué de la Victoria.

Pero si todo lo suyo no es de igual valor; si la rapidez, con que escribía, ha perjudicado á la plena perfección de algunas de sus composiciones, recordamos de nuevo el número prodigioso de ellas, y consideramos que ha escrito más dramas buenos que otro cualquier poeta dramático del mundo conocido, y que, por consiguiente, merece que se extienda el manto del olvido sobre los defectos de todos los demás.

Si recordamos de nuevo la tendencia predominante en Calderón de pensar y reflexionar, dote que nos ha dado la clave de diversas particularidades de su composición dramática, averiguaremos que esta misma propensión ha impreso otros rasgos característicos en su arte dramático.

Además, que para destruir á los seis millones de malayos, aun suponiéndoles que están en la infancia y que nunca han de aprender á luchar y defenderse, se necesita cuando menos que España sacrifique una cuarta parte de su población. Esto se lo recordamos á los partidarios de la explotación colonial. Pero nada de esto puede suceder.

El entonces designado para hablar de Martí, fue el señor Miguel Viondi, y los que aquí estamos y estábamos aquella tarde, recordamos cuán gratamente nos entretuvo; dando a su disertación el interés de la relativa novedad, única a que puede aspirarse cuando del Padre de nuestra Patria se trata hoy entre nosotros.

Pero, hombre de Dios, ¿quiere usted decirme á lo que es ese caballero? ¿Pues no le he visto soltar un tiro á una yegua que le había costado diez mil reales, porque se le encabritó cerca del puente nuevo? ¿Y no recordamos todos cuando andaba por esas calles vestido de dril blanco en el mes de Enero?

De antiguo venimos demostrando especial solicitud por cuanto afecta á nuestros intereses en la Oceanía, y nadie por tanto podrá tacharnos de interesados si recordamos con insistencia á los poderes públicos la imperiosa necesidad de que el Ejército filipino sea considerablemente reforzado en plazo perentorio. Y no faltan, hoy, por cierto, razones poderosas que abonen sobradamente nuestra campaña.

Vimos á trechos asomar por encima de estos, árboles frondosos que subian al parecer desde el fondo de los patios: recordamos que los orientales guardan para el interior la belleza que otros pueblos se complacen en desarrollar en el esterior de sus edificios; y no pudimos menos de concebir la esperanza de descubrir todavía, aunque desfigurada y rota, una ciudad morisca.

¿Hasta cuándo, pues, esa necia adoración a las reputaciones usurpadas? Nuestro país ha caminado más de prisa que esos literatos rezagados; recordamos sus nombres que hicieron ruido cuando, más ignorantes, éramos los primeros a aplaudirlos; y seguimos repitiendo siempre como papagayos: Don Timoteo es un sabio. ¿Hasta cuándo?

Es posible que estos apologistas pagados hayan exagerado mucho sus hechos de armas, y es posible tambien que se haya perpetuado por la pluma de alguno de los cuarenta parásitos que le siguieron á la guerra de Cataluña, y cuyos nombres nos conserva Al-Makkarí, la accion siguiente, que tiene en verdad demasiado de épica, y que no recordamos haber leido en ninguno de nuestros historiadores.