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Falleció la Montansier el día 13 de Julio de 1820, á la edad de noventa años. El público que concurría á los jardines del Palais-Royal, conocía de vista á esta viejecita de cabellos plateados, que todas las tardes, desde su ventana, posaba la mirada de sus largos ojos inteligentes sobre aquella multitud, donde ya no quedaba ninguno de los hombres que la amaron.

Los partidos que dividían a La Rioja no tardaron mucho en solicitar la adhesión de un hombre que todos miraban con el respeto y asombro que inspiran siempre las acciones arrojadas. Los Ocampos, que obtuvieron el gobierno en 1820, le dieron el título de sargento mayor de las milicias de los Llanos, con la influencia y autoridad de comandante de campaña.

La inauguración del régimen constitucional en Sevilla, en Marzo de 1820, trajo á la ciudad extraordinaria animación y movimiento, siendo raro el día en que no se desarrollaban algunos importantes sucesos, que servían de comidilla al público y daban margen á largos comentarios.

Entre los episodios dignos de ser recordados que tuvieron lugar en la Alameda en los largos años de nuestras revueltas políticas, citaré un gran banquete que allí se celebró en 1820 á las tropas de Riego, al cual asistió el mismo general, que á la hora de los brindis leyó uno en muy medianos versos que había escrito su hermano el canónigo don Miguel del Riego.

Por un decreto de Roscio, expedido en Angostura el 9 de Noviembre de 1820, á 6 de Mayo del siguiente año el primer Congreso de Colombia se instaló en la villa del Rosario de Cúcuta, con diputados elegidos libre y legalmente por las provincias emancipadas del poder de España, cuyo número era el de veintidos entre las de Venezuela y Nueva-Granada.

La noche del día de Pascua de 1820, escribe ella, se sintió «como ahogada por su propia dicha y por la de sus hijos», y tuvo necesidad de ir, a la caída de la tarde, a reponer su corazón demasiado lleno de gracia y de lágrimas, a la iglesia de San Roque, donde ella iba a orar frecuentemente en los primeros años de su juventud.

De nuevo vuelve mi madre a abrir su diario, interrumpido por algunas semanas, transcurridas entre viajes y ocurrencias de géneros diversos. Mâcón, 3 de julio de 1820. Desde el día 31 de mayo han sido tales mis ocupaciones, que no me ha sido posible consignar en este diario, un hecho altamente interesante y que es de los más importantes de mi vida.

A la edad de diez y ocho años montaba guardia como alférez de milicias en la noche en que en 1820 se sublevó en San Juan el número 1 de los Andes. Cuatro compañías forman enfrente al cuartel e intiman la rendición a los cívicos.

Delahante, sobre todo, y a pesar de la diferencia de edades, ella me ha tomado como a su segunda madre; la quiero como si fuera mi hija. Domingo, 16 de julio de 1820. Hoy he sufrido mucho: unas mujeres del pueblo dicen que han oído decir, que los periódicos hablan del asesinato de Alfonso, en la carretera de Roma a Florencia.

Es que la juventud de 1820, llena de fe y de valor, fué demasiado crédula ó demasiado generosa. O no conoció la falacia de sus supuestos amigos, ó conociéndola, creyó posible vencerles con armas nobles, con la persuasión y la propaganda.