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Otra vez me hallo en Mâcón, pero muy intranquila, porque el encono de los partidos políticos se halla en Francia muy excitado. A mi marido y a se nos critica porque no participamos de la cólera de nuestros correligionarios los realistas; esto, a mi entender, no es religioso ni realista; que los hombres no creo hayan sido llamados al mundo para injuriarse.

Hace ocho años, decía yo en mis Confidencias: Dejando de seguir el curso del río Saone, si os dirigís por las verdes praderas de Mâcón hacia el pequeño pueblo y cerca de las ruinas de la antigua abadía donde murió Abelardo, el infortunado amante de Eloísa, siguiendo una tortuosa senda, veréis a derecha e izquierda blanquear algunos pueblecitos entre los verdes pámpanos de las vides.

Eso de comer á lo transeunte, á lo bohemio, como si dijéramos al salto de mata, nos fastidia y nos entristece. Hemos llamado á la hija de la lechera, y la hemos encargado salchichon, jamon dulce, sardinas de Nantes, una libra de fresas, un panecillo y una botella de vino Macon. Mientras que la muchacha nos trae los recados, yo escribo esta revista á la manera que se persigna un cura loco.

Los fiambres no bastan á un estómago débil como el mio, especialmente cuando está acostumbrado á otro método; el método de una mujer inteligente, cuidadosa y que debe quererme algo, segun las muestras. Salimos á la calle con el fin de probar fortuna. No anduvimos más. Nos sentamos en una mesa del rincon, y á los pocos minutos teniamos dos platos delante y una botella de vino Macon.

Yo he llorado mucho durante el día de hoy. 29 de octubre. A mi llegada a Mâcón he recibido tristes noticias de mi pobre madre. Mi hermano se ha visto obligado a dejar el empleo que tenía en Inglaterra, con motivo de la guerra, y otra vez vuelve a ser una pesada carga para mi madre, que está vendiendo lo que resta de nuestra posesión de Rieux para pagar las deudas contraídas durante sus viajes.

Estos detalles los recuerdo perfectamente, pues quedaron grabados en mi imaginación de tal suerte que pudiera recitarlos con muy poca diferencia, tal como salieron de los labios de mi amigo. M. Virieu, no se separó de mi lado hasta que amaneció: llegada esta hora, se marchó a preparar lo necesario para mi partida a Mâcón. ¡Triste de !

Estábamos en el hotel á las doce. Tomamos un poco de salchichon y de jamon en dulce, más una copa de macon por remate. ¡Poder de Dios, qué vino! Ni es ágrio ni amargo, y es amargo y ágrio, y tiene otra cosa que no definir.

Me complazco en recordar todos los detalles ocurridos durante aquella semana del mes de octubre, porque a ellos debo mi felicidad. Doy gracias a Dios por haberme conducido otra vez a Mâcón, donde en compañía de mi marido y de mis hijos soy feliz y afortunada. El día 7 de octubre y los siguientes no tienen interés. 11 de octubre.

Su salud me pareció menos mala de lo que yo temía; me dijo que por ser yo quien había ido a buscarle, se vendría a Mâcón, pero que con ninguna otra persona se hubiera venido; me ha pedido algunos días para arreglar sus negocios, y yo le he concedido ocho: estos días los aprovecharé enseñando a Eugenia todo lo más notable que París encierra.

Solo diré que al pasar por Mâcon, preocupado con un recuerdo grato, me sentí como poseido de cierta veneracion hácia esa comarca interesante. Mâcon es la patria del glorioso Lamartine, ese patriarca de la poesía en el siglo XIX; y no podia ménos que gozar aspirando las brisas del país inmortalizado por la juventud, la lira sublime, la gloria y hasta los infortunios del Tasso frances.