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¿Quién abrió á los hombres la navegación de alto bordo? ¿Quién reveló los mares, marcó las zonas y las rutas? Finalmente, ¿quién descubrió el globo? La ballena y el ballenero. Y todo esto mucho antes de que vinieran al mundo Colón y los buscadores de oro, para quienes fué el lauro, hallando otra vez con no poca algazara lo que descubrieran anteriormente los pescadores.

Don Jaime Pimentel, sin abandonar la corte, sin escribir apenas carta alguna, con el mayor sosiego, tuvo el gusto de recibir su acta, casi limpia, pues sólo llevaba dos protestas insignificantes y mal fundadas. El júbilo de D. Acisclo fue grande después de la victoria. ¡Qué lauro el suyo! ¡Qué muestra de poder la que acababa de dar!

Pero apenas se había recobrado, cuando con gran dolor de su corazón se vió precisado á volver á Tarija, á fin de entender la voluntad del nuevo Provincial de esta provincia, P. Lauro Núñez.

Hacia el mismo tiempo, hecho prisionero por los realistas, Bernardo Bermudez habia sido fusilado por órden de Cervéris; pero recogido con vida el mismo jefe mandaba asesinarlo en su propio lecho al tener noticia de la victoria alcanzada por Mariño, quien luego añadió á este lauro el de la toma de Barcelona.

Hacha has de ser de inextinguible lumbre, Que guie al sacro monte, al deseoso De verse en él, sin que la luz deslumbre. , el de VILLAMEDIANA, el mas famoso De quantos entre Griegos y Latinos Alcanzaron el lauro venturoso: Cruzarás por las sendas y caminos Que al monte guian, porque mas seguros Lleguen á él los simples peregrinos.

¡Oh Rivadavia! tu alma generosa Hoy preside esta fiesta deliciosa, Y tu nombre querido, en dulce coro Brota del corazon, húmedo en lloro! Cuán hermosa es tu gloria! Es preferible Al cruento lauro del adalid terrible!

Rotos los escuadrones de Esparta, los dispersos oyeron á su espalda la voz robusta de Tirteo, que se acompañaba con la lira encordada por los Espartanos, y volviendo caras, conquistaron de nuevo el lauro de la victoria, probando á sus enemigos que la poesía lejos de convidar á la molicie sabe exaltar lo que hay de mas noble y de mas sublime en el corazon humano.

Crugen, se estiran los miembros, Se hinchan de sangre las venas, Y enronquecidos apenas Pueden el aire lanzar; Mas él firme en sus estribos Como animado centauro, Disputa á todos el lauro En combate desigual.

Y después, con desprecio, en la augusta agonía de la tarde, se ríe el hombre de su orgullo necio que quiso hacer de indiferencia alarde, pues mientras vive, lucha, y es al cabo, César potente o miserable esclavo, lidiador en la vida, aun el cobarde. Siempre el mortal, en su inquietud batalla; y mártir o verdugo, vencido o vencedor, en la lid halla lauro esplendente o vergonzoso yugo.

«Un dia los hijos del pueblo argentino Orlando sus sienes con lauro divino, Darán á sus manes sagrada ovacion, Y entonces nosotros los Andes cruzando Vereis que volvemos en triunfo llevando Los huesos proscriptos del grande campeon.» * El centinela contempló aquel muerto Que un huracan del mundo arrebató, Y arrodillado sobre el suelo yerto Humilde ante su gloria se postró.