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Si de vuelta de correr la sardina salía alcanzada la mujer del Tuerto en la cuenta que éste le tomaba rigorosamente, en el balcón se oía la primera guantada de las que administraba el desdichado marido á su costilla; desde el balcón llamaba á su padre, á su madre y á Tremontorio; desde el balcón les contaba lo sucedido, y renegaba furibundo de su mujer; desde el balcón imploraba el auxilio de Dios..., y de balcón á balcón se enredaba un diálogo animadísimo que entretenía, por espacio de media hora, á las gentes de la calle.

«Increíble parece que una armada poderosa de gente y vasos en un instante se arruinase de su temor más que de la fuerza vencida, con pérdida de tanta gente, municiones, máquinas, bajeles, aumentando á los enemigos el triunfo y la victoria tan sin sangre alcanzada, con infamia de los cristianos; porque si las naves y galeras esperaran en batalla, ó detuvieran el furor del enemigo, ó les costara la victoria tanto que no se atrevieran á sitiar el fuerte, y se salvara la guarnición.

Si de vuelta de correr la sardina salía alcanzada la mujer del Tuerto en la cuenta que éste le tomaba rigorosamente, en el balcón se oía la primera guantada de las que administraba el desdichado marido á su costilla; desde el balcón llamaba á su padre, á su madre y á Tremontorio; desde el balcón les contaba lo sucedido, y renegaba furibundo de su mujer; desde el balcón imploraba el auxilio de Dios..., y de balcón á balcón se enredaba un diálogo animadísimo que entretenía, por espacio de media hora, á las gentes de la calle.

Y como si aquella lágrima bendita, alcanzada por la oración de un justo, se formase en aquel momento en algunas entrañas y subiese hasta un corazón y brotase por unos ojos, con explosión de dolor formidable, rompió el hondo silencio un sollozo que resonó por todos los ámbitos de la capilla, haciendo al jesuita enmudecer un instante, y mirarse pálidas y sobrecogidas a cuantas vieron a la condesa de Albornoz desplomarse sobre el reclinatorio, aniquilada como el grano de mijo que machaca la piedra de molino, mordiéndose las manos para contener, como con esfuerzo sobrehumano contuvo, los gritos, los sollozos, los alaridos de dolor que parecían hervirle en el pecho, sin llegar a reventarle por los labios.

No, ¡santa Virgen! porque se dice en voz baja, en el claustro, que esta tumba es la de Pepa; de Pepa, que un día se atrevió a huir de este santo retiro, pero fue alcanzada en el camino de Sevilla, su amante fue muerto al querer defenderla, y ella... ¡Y bien! ¿y ella, querido ángel? ¡Oh! ella fue llevada al convento, y murió en medio de los mayores tormentos.

Aprovechando el permiso, describió el doncel lo que por modestia callaba el barón, la gloria alcanzada por éste en combates y justas; aseguró á la castellana de Morel que la salud del barón era inmejorable, que todavía quedaban en la escarcela confiada á su guarda muy buenos ducados y durarían hasta llegar él con su señor á Montaubán, y por último rogaba á la baronesa que aceptase sus respetos y se sirviese presentárselos muy rendidos á su hija la sin par Constanza.

La voz de la vitoria se refresca, Vitoria suena aqui, y alli vitoria, Adquirida por nuestra soldadesca, Que canta alegre la alcanzada gloria. Al caer de la maquina excesiva Del esquadron poetico arrogante Que en su no vista muchedumbre estriba: Un poeta, mancebo y estudiante, Dixo: caipaciencia, que algun dia Será la nuestra, mi valor mediante.

En la agrupación y arreglo de los personajes que intervienen en la acción; en el claro-obscuro indispensable, en el arte de representar caracteres reales, con sus actos y situaciones, y de trazarles el espacio suficiente, que exige el fundamento y ciencia de la composición, creemos que Lope ha llegado á tal altura, que difícilmente podrá ser alcanzada.

Don Lope, alcanzada licencia del Emperador para enlazarse con la ilustre cuanto hermosa doña María de Granada, así como llegó en las galeras de Leiva y tomó tierra de España, no pensó sino en ser él mismo mensajero de tan agradables nuevas; y con poco séquito e infinitas esperanzas quiso llegar lo más luego a la aldea donde sabía asistir la amada suya.

Hacia el mismo tiempo, hecho prisionero por los realistas, Bernardo Bermudez habia sido fusilado por órden de Cervéris; pero recogido con vida el mismo jefe mandaba asesinarlo en su propio lecho al tener noticia de la victoria alcanzada por Mariño, quien luego añadió á este lauro el de la toma de Barcelona.