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Unos del esquadron priesa se daban, Porque no los hallase el dios del dia En los forzosos actos en que estaban. Y luego se asomó su señoria, Con una cara de tudesco roja, Por los balcones de la aurora fria. En parte gorda, en parte flaca y floja, Como quien teme el esperado trance, Donde verse vencido se le antoja.

Y el esquadron que havia esperado tanto En pie, se rinde al sueño perezoso De hambre y sed, y de mortal quebranto. Apolo entonces poco luminoso, Dando hasta los Antipodas un brinco, Siguió su accidental curso forzoso. Pero primero licenció á los cinco Poetas titulados á su ruego, Que lo pidieron con estraño ahinco,

En propio toledano y buen romance Les dió los buenos dias cortesmente, Y luego se aprestó al forzoso lance. Y encima de un peñasco puesto enfrente Del esquadron, con voz sonora y grave Esta oracion les hizo de repente. O espiritus felices, donde cabe La gala del decir, la sutileza De la ciencia mas docta que se sabe!

El son de mas de una templada caja, Y el del pifaro triste y la trompeta, Que la colera sube, y flema abaxa; Asi os incite con virtud secreta, Que despierte los animos dormidos En la facion que tanto nos aprieta. retumba, ya llega á mis oidos Del esquadron contrario el rumor grande, Formado de confusos alaridos.

Para que pueda referir en suma Con purisimo y nuevo sentimiento, Con verdad clara, y entereza suma, El contrapuesto y desigual intento De uno y otro esquadron, que ardiendo en ira, Sus vanderas descoge al vago viento. El del vando catolico, que mira Al falso y grande al pie del monte puesto, Que de subir al alta cumbre aspira;

Otros, aunque latinos, desesperan De tocar del laurel solo una hoja, Aunque del caso en la demanda mueran. Vengase menos el que mas se enoja, Y alguno se tocó sienes y frente, Que de estar coronado se le antoja. Pero todo deseo impertinente Apolo resfrió, premiando á quantos Poetas tuvo el esquadron valiente.

Hecho pues el sinpar recebimiento, Do se halló DON LUIS DE BARAHONA, Llevado alli por su merecimiento. Del siempre verde lauro una corona Le ofrece Apolo en su intencion, y un vaso Del agua de Castalia y de Elicona. Y luego vuelve el magestoso paso, Y el esquadron pensado y de repente Le sigue por las faldas del Parnaso.

De gusto llenos y de angustia faltos, Siguiendo á Apolo el esquadron camina, Unos á pedicox, otros á saltos. Al pie sentado de una antigua encina Vi á ALONSO DE LEDESMA, componiendo Una cancion angelica y divina. Conocíle, y á él me fui corriendo Con los brazos abiertos como amigo, Pero no se movió con el estruendo.

Entre los arrojados se oyó un ciego, Que murmurando entre las ondas iba De Apolo con un pésete y reniego. Trabaja un tundidor, suda, y se anima Por verse á la ribera conducido, Que mas la vida que la honra estima. El esquadron nadante reducido A la marina, vuelve á la galera EL rostro con señales de ofendido.

Quitó los rayos de la faz divina, Mostróse en calzas y en jubon vistoso, Porque dar gusto á todos determina. Seguiale detras un numeroso Esquadron de doncellas bailadoras, Aunque pequeñas, de ademan brioso. Supe poco despues, que estas señoras, Sanas las mas, las menos mal paradas. Las del tiempo y del sol eran las horas.