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Reniego de la ciencia que inventa medios de destrucción declaró con gesto elocuente el Marqués . Por las vías diplomáticas pudieran las naciones resolver todas sus querellas. ¡La guerra! ¿De qué sirve la guerra? ¿Vale la pena de que perezcan miles de seres humanos por una cuestión que podría arreglarse con un pedazo de papel y una pluma mojada en tinta, puesta en manos de alguna persona que yo me ?

Don Silvestre se hubiera largado muy serio sin decir una palabra más; pero su amigo, agarrándole por las haldillas del chaquetón, le rogó que le escuchara. «Has hablado, Silvestre, como un libro; y guárdeme Dios de refutar lo más mínimo de tu discurso. Pero sabe que yo también reniego de la corte, y que la aborrezco con todos mis sentidos.

Señorita... Julián resolvió entonces, en su interior, apelar a eso que llaman subterfugio jesuítico, y no es sino natural recurso de cuantos, detestando la mentira, se ven compelidos a temer la verdad . Señorita.... Reniego de mi cara. ¡Lo que se le ha ido a ocurrir! Yo no pensaba en semejante cosa. No, señora, no.

Un reniego, apenas articulado, brotó de sus labios. Morsamor, no obstante, se repuso y disimuló su enojo, pero Tiburcio no dejó de notarlo y le dijo en voz baja: No pierdas paciencia, y ya verás cómo pronto te es propicia la fortuna.

En Roma, los españoles de paso, todos gentes de sanas ideas que llegaban para ver al Papa, torcían el gesto al enterarse de su origen. «¡Ah! ¡Usted es la hija de Enrique de Castro!...» Y ella parecía encogerse, pedir perdón con sus ojos tristes y humildes. Yo no reniego de mi abuelo añadía Atilio . Me hubiese gustado conocerle.

Yo reniego de la sangre que va a mezclarse con la de la gente vil, matadora de Cristo, y me quedo con la mía, con la de mi padre, que acabará conmigo pura y honrada. Señalaba la puerta con ademán arrogante, dando por terminada la entrevista. Pero luego pareció darse cuenta de lo extemporáneo y teatral de su protesta, y bajó los ojos, se humanizó, tomando un aspecto de mansedumbre cristiana.

Y es mucho de notar para la confusion de estos y de los demás judíos, que habiendo un religioso francisco antes de entrarle la cabeza en la argolla propuesto algunas razones eficaces para que conociese á Jesucristo Ntro. Sr. y saliese de su error, le respondió estas palabras: Reniego de Dios, que primero me llevará el diablo, que confiese á Jesucristo

- reniego -respondió Sancho-, y dese modo y por esa misma razón podía echar vuestra merced a y hijos y a mi mujer toda una putería encima, porque todo cuanto hacen y dicen son estremos dignos de semejantes alabanzas, y para volverlos a ver ruego yo a Dios me saque de pecado mortal, que lo mesmo será si me saca deste peligroso oficio de escudero, en el cual he incurrido segunda vez, cebado y engañado de una bolsa con cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra Morena, y el diablo me pone ante los ojos aquí, allí, acá no, sino acullá, un talego lleno de doblones, que me parece que a cada paso le toco con la mano, y me abrazo con él, y lo llevo a mi casa, y echo censos, y fundo rentas, y vivo como un príncipe; y el rato que en esto pienso se me hacen fáciles y llevaderos cuantos trabajos padezco con este mentecato de mi amo, de quien que tiene más de loco que de caballero.

Alcaparrón, no puedes entenderme continuó Salvatierra con voz temblorosa. Tal vez es una fortuna para ti esa alma simple que te permite en los dolores y en las alegrías ser ligero y mudable como un pájaro. Pero óyeme, aunque no me entiendas. Yo no reniego de lo que he aprendido: yo no dudo de lo que .

-Deso es lo que yo reniego, señor Sansón -dijo a este punto Sancho-, que así acomete mi señor a cien hombres armados como un muchacho goloso a media docena de badeas. ¡Cuerpo del mundo, señor bachiller! , que tiempos hay de acometer y tiempos de retirar; , no ha de ser todoSantiago, y cierra, España!"