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¡Lástima de pícaro! decía al pie del patíbulo don Rodrigo a su alguacil . ¿No es verdad, Güerequeque, que siempre sostuve que este bellaco había de acabar muy alto? Con perdón de usiría contestó el interpelado , que ese palo es de poca altura para el merecimiento del bribón. CRÓNICA DE LA

Las mujeres son curiosísimas, y doña Luz lo era más que las otras mujeres. Nada excita tanto la curiosidad como cualquier merecimiento o habilidad que se oculta.

Y también cuando leía: ...los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.

Hecho pues el sinpar recebimiento, Do se halló DON LUIS DE BARAHONA, Llevado alli por su merecimiento. Del siempre verde lauro una corona Le ofrece Apolo en su intencion, y un vaso Del agua de Castalia y de Elicona. Y luego vuelve el magestoso paso, Y el esquadron pensado y de repente Le sigue por las faldas del Parnaso.

Salimos del estrecho á salvamento Sin arrojar al mar poeta alguno, Tanto del Sardo fue el merecimiento. Mas luego otro peligro, otro importuno Temor amenazó, sino gritára Mercurio, qual jamas gritó ninguno. Diciendo al timonero: á orza, pára, Amainese de golpe, y todo á un punto Se hizo, y el peligro se repara.

Digo sólo que D. Acisclo era así. Estaba muy contento de propio e imaginaba que no había merecimiento mayor que el suyo. Toda otra gloria se le antojaba inferior y de menos quilates.

En estas pláticas llegaron, rodeados de muchachos y de otra mucha gente, al castillo, adonde en unos corredores estaban ya el duque y la duquesa esperando a don Quijote y a Sancho, el cual no quiso subir a ver al duque sin que primero no hubiese acomodado al rucio en la caballeriza, porque decía que había pasado muy mala noche en la posada; y luego subió a ver a sus señores, ante los cuales, puesto de rodillas, dijo: -Yo, señores, porque lo quiso así vuestra grandeza, sin ningún merecimiento mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la cual entré desnudo, y desnudo me hallo: ni pierdo, ni gano.

No es posible que, aunque lo procuro, pueda un breve término contemplar, si así se puede decir, en la bajeza de su estado, porque luego acuden a borrarme este pensamiento su belleza, su donaire, su sosiego, su honestidad y recogimiento, y me dan a entender que debajo de aquella rústica corteza debe de estar encerrada y escondida alguna mina de gran valor y de merecimiento grande.

Considerábase como dueño de un arca misteriosa, fabricada por los genios; arca de cuya exterior y somera beldad gozaba él sólo a todo su sabor y talante, mientras que ocultaba en su seno la joya más rica, la felicidad más cabal en este mundo, un trasunto del Olimpo, del Edén y de cuantos Paraísos y Campos Elíseos soñaron los poetas y los videntes antiguos; la visión beatífica, la unión esencial del alma con el objeto condigno de su anhelo insaciable; pero arca que no mostraba todo esto a quien no tocase el resorte que había de hacerlo aparecer, y que él no tenía ni fuerza, ni maña, ni merecimiento para tocar.

-A eso puedo decir -respondió don Quijote- que Dulcinea es hija de sus obras, y que las virtudes adoban la sangre, y que en más se ha de estimar y tener un humilde virtuoso que un vicioso levantado; cuanto más, que Dulcinea tiene un jirón que la puede llevar a ser reina de corona y ceptro; que el merecimiento de una mujer hermosa y virtuosa a hacer mayores milagros se estiende, y, aunque no formalmente, virtualmente tiene en encerradas mayores venturas.