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Se llama de nombre tío Miguel; pero responde á todo el mundo por el mote de Tremontorio, corruptela de promontorio, mote que le dieron en su juventud por su gigantea corpulencia y por su vigor para tirar del remo contra corrientes y celliscas. Á la edad que cuenta, lleva hechas dos campañas de rey; es decir, le ha tocado la suerte de servir en barco de guerra, dos veces á cuatro años cada una.

Imaginémonos ahora que está lloviendo, desde hace ocho días, pero del Noroeste, con temporal recio afuera. Tío Tremontorio, ¿ha visto por la banda del Norte cómo se va poniendo? Hay tremolina armá pa unos días.... Esta madrugá abrió un poco el ojo el Nordeste y pensé que íbamos á salir mañana á la mar; pero se ha corrío otra vez al vendaval y con un carís peor que el tuyo.

No hay otro remedio que tragarlo, tío Tremontorio le decían otros pescadores un tanto desengañados; pues cuando pidieron, por extrañas sugestiones, la abolición de las matrículas con el fin de verse libres de las levas, nadie les dijo, ni ellos lo cavilaron, que al desprenderse de una carga tan pesada, perdían, en consecuencia, el monopolio del mar y del puerto, que era la recompensa de ella.

Si el patrón de la lancha de que son socios mis vecinos les debe algo, desde sus balcones lo dicen, y en los mismos discuten el medio de cobrarlo. Por el balcón recibe Tremontorio las consultas que se le hacen sobre el tiempo; por el balcón las contesta, y el balcón es su observatorio.

La raza indígena pura, del mareante santanderino, tal cual existía aún, desde tiempo inmemorial, diez ú once años ha, iba en aquel ataúd á enterrarse con Tremontorio, porque bien puede asegurarse que éste fué el último de los ejemplares castizos y pintorescos de ella. Justo es, por tanto, que yo le registre en mi cartera antes de que se pierda en la memoria de los hombres.

Replicóle uno que «el andar bien portao no quitaba fuerza ni valor á la presona». ¡Taday, niquitrefe! díjole Tremontorio con el mayor desprecio. Si sois valientes entoavía y jaláis del remo como yo, es porque lo habéis mamao, y allá vos queda.... Eso es del cabildo de abajo, sépastelo bien.... ¡Retiña, qué gracia!... Pero que vos otro tanto la vida que traéis.... ¡Surbia vos dará!

En una palabra: mis vecinos tienen el balcón por casa, excepto para dormir y vestirse; y ni aun en estas dos ocasiones quieren prescindir totalmente de la publicidad. Tremontorio y Bolina, especialmente, se mudan la camisa y los pantalones en medio de la sala ... con todas las puertas abiertas; pero donde se echan los botones y se amarran la cintura con la indispensable correa, es en el balcón.

¡Que no hay otro remedio! exclamaba Tremontorio, haciendo crujir los puños. ¡Eso lo veremos, tiña! ¿Quién lo ha mandao? El gubierno de arriba. ¿Quiénes son esos gubiernos pa meterse en la hacienda de los mareantes? ¿Qué saben ellos de cosas de la mar? El que manda, manda, tío Tremontorio. ¡No en mi casa, tiña! Pues la ley es ley ahora y siempre.

Pero no tiene ella la culpa, tiña; que si no la pagaran por eso, no lo hiciera. ¡Tarascona!...; la he de romper los pocos huesos que la dejé sanos.... Pero, ¿y los hijos, tío Tremontorio? ¿Qué será de ellos con esa madre? Quiero ir ahora mismo á su casa para recogerlos. ¿Á su casa, tiña? ¿Ónde está ella? ¿Sabe naide si tiene casa la tu mujer? ¿Pus ónde duerme, puño?

Duro es, tío Tremontorio; pero ello, pongámonos en lo justo. Ha dao la casualidá de que paece que se ha avisao media calle pa ponerse enfermo too el mundo.