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He aquí una contradicción económica ante la cual Federico Pez, un Bastiat en estado de larva, habría tenido quizás algo que decir. Iba nuestro galán centauro a la oficina lo menos que podía.

Como el gaucho iba mejor provisto de armas, siguió disparando tiros durante su fuga, con gran prodigalidad. Sintió el estanciero una nueva indignación al darse cuenta de lo que intentaba Manos Duras contra él. ¡Grandísimo bandido! ¡Ahora tira á matarme mi flete! Y el centauro criollo, diciéndose esto, mostró tanta cólera como al ver en peligro á su hija.

Al oeste de las nubes de Magallanes, la constelación del Eridan notable por su estrella de primera magnitud Achernar, que hace vis a vis por la otra parte del polo a las dos brillantes estrellas del Centauro. La mayor parte de las estrellas del Eridan pertenecen por lo demás a la zona ecuatorial.

No, no era cierta la afirmación del centauro. En tiempos normales, tal vez. Lejos del país de origen y cuando no corre éste ningún peligro, se le puede olvidar por algunos años. Pero él vivía ahora en Francia, y Francia tenía que defenderse de enemigos que deseaban suprimirla. El espectáculo de todos sus habitantes levantándose en masa representaba para Desnoyers una tortura vergonzosa.

Las niñas tenían un salón con muebles ricos apoyados en paredes agrietadas y lámparas ostentosas que nunca se encendían. El padre perturbaba con su rudeza esta habitación cuidada y admirada por las dos hermanas. Las alfombras parecían entristecerse y palidecer bajo las huellas de barro que dejaban las botas del centauro. Sobre una mesa dorada aparecía el rebenque.

Su caballo era una cabra, y él una ventolera que le arrastraba por lo más inverosímil de lo penoso y atrevido. Para aquel diabólico centauro, todo atajo era andadero, lo mismo por los jarales de las faldas que por los riscos de las cumbres.

Ella enseña a sus amigos las marcas de los golpes; él oculta los arañazos bajo una capa de polvos, pero afirma con un rencor balbuciente que se lo contará todo a su hermano el mayor, el único equilibrado de la familia, un centauro de la Pampa, un estanciero, al que respeta el padre, adora la madre y tiene un miedo horrible la hermosa Nélida. Cuando habla de él se pone pálida.

Después, una especie de centauro agrandado por el misterio de la noche, que movía algo negro como una espada, sin cesar de mugir: Qui dormiunt in terræ pulvere, evigilabunt... Buenas noches, don Luis dijo el cura al reconocer al doctor. Con este van hoy ocho. Es un pobrecito que ha muerto de la viruela y lo he dejado para lo último... ¡Después dirá usted que la Iglesia no trabaja!

Le pareció oir el trote de los ganados. Contempló al centauro Madariaga en la noche tranquila, proclamando bajo el fulgor de las estrellas las alegrías de la paz, la santa fraternidad de unas gentes de las más diversas procedencias unidas por el trabajo, la abundancia y la falta de ambiciones políticas.

Y el terrible centauro se expresaba con una ternura idílica, con una firme virtud de sesenta y cinco años, insensibles ya á la tentación. Después de su escena con Karl, había aumentado el sueldo de éste, apelando como siempre á la generosidad para reparar sus violencias. Lo que no podía olvidar era lo de su nobleza, que le daba motivo para nuevas bromas.