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La verdad es que llegué a la puerta, adonde estaban jugando hasta una docena de diablos a la pelota, todos en calzas y en jubón, con valonas guarnecidas con puntas de randas flamencas, y con unas vueltas de lo mismo, que les servían de puños, con cuatro dedos de brazo de fuera, porque pareciesen las manos más largas, en las cuales tenían unas palas de fuego; y lo que más me admiró fue que les servían, en lugar de pelotas, libros, al parecer, llenos de viento y de borra, cosa maravillosa y nueva; pero esto no me admiró tanto como el ver que, siendo natural de los jugadores el alegrarse los gananciosos y entristecerse los que pierden, allí en aquel juego todos gruñían, todos regañaban y todos se maldecían.

Todos cuantos se han acercado a con la lisonja en los labios, doblando la rodilla para adorarme, no traían otro objeto que el de satisfacer su vanidad, o puramente un deseo brutal: ninguno ha venido a entristecerse con mis tristezas, a alegrarse con mis alegrías, a confundir su alma con la mía, a realizar el verdadero amor, el amor puro y santo con que toda alma elevada sueña siempre... mismo, Miguel, para quien yo debiera ser sagrada, al acercarte a en el Prado, lo has hecho con ese tono, con esa cruel frivolidad que tantas veces ha traspasado mi pecho... Lo he aceptado, porque me he ido acostumbrando... Créeme, que de todas maneras, es muy duro... ¡muy triste!

A pesar de estas recriminaciones mentales, no llegaba a entristecerse. La protesta removíase en su cerebro, avergonzada e iracunda; pero el resto del cuerpo parecía satisfecho, con un regodeo de recuerdos y un estremecimiento de esperanza... Peor era la nada; pasar los días comiendo o dormitando en el sillón con un libro en las rodillas.

El señorito parecía entristecerse cuando le hablaban de sus famosas francachelas. Aquello había pasado para siempre: no se podía ser joven toda la vida. Ahora era hombre; pero hombre serio y de provecho.

Flimnap abandonó la tribuna con el ánimo desorientado, no sabiendo ciertamente si debía entristecerse ó alegrarse por lo que acababa de oir. La intervención de Gurdilo le había hecho sospechar en el primer momento que tenía por objeto pedir la muerta de Gillespie.

¡Lo mismo que los otros!... La guerra había que pagarla con los bienes de los vencidos. Era el nuevo sistema alemán; la vuelta saludable á la guerra de los tiempos remotos: tributos impuestos á las ciudades y saqueo aislado de las casas. De este modo se vencían las resistencias del enemigo y la guerra terminaba antes. No debía entristecerse por el despojo.

Mientras esto pasaba en Barbaruelo y Cabezudo, los de Animalejos, que no sabían si alegrarse ó entristecerse contemplando el aparato de lluvia que presentaba el cielo, determinaron rogar al tío Traga-santos que solicitase, por la intercesión de San Isidro, que lloviera y no lloviera, ó lo que es lo mismo, que cayese sólo una rociada de agua, que era lo único que necesitaba el campo de Animalejos.

Un grupo de gente del pueblo le interrumpió. Venían para llevarse al Chiquito: querían agasajarlo con la generosidad que da la victoria. No debía entristecerse: ya habían visto todos que era un gran barrenador. Otra vez ganaría él. Además, la cuestión había sido con aquellos señores tan fanfarrones: él no era más que un mandado.

Abrazóle Sansón, y suplicóle le avisase de su buena o mala suerte, para alegrarse con ésta o entristecerse con aquélla, como las leyes de su amistad pedían. Prometióselo don Quijote, dio Sansón la vuelta a su lugar, y los dos tomaron la de la gran ciudad del Toboso. Capítulo VIII. Donde se cuenta lo que le sucedió a don Quijote, yendo a ver su señora Dulcinea del Toboso

Al ver á la de más edad con el rostro libre de velos, no sufrió ninguna decepción. Su enemiga tal vez habría perturbado en otro tiempo la tranquilidad de los hombres, pero ahora podía continuar impunemente sus gestos hostiles y alojadores: el capitán no pensaba entristecerse por ello. Debía estar más allá de los cuarenta años.