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Y lo que es las tesis, cualquiera que tenga el antojo de demostrar alguna ó de inculcar y difundir doctrinas morales, sociales, políticas ó religiosas, lo mejor es que desista para ello de ser novelista ó dramaturgo, y componga Tratados científicos, disertaciones, homilías ó peroratas.

Alfieri compuso un elocuente y hermoso libro sosteniendo esta tesis y yo le he aprobado y aplaudido. Pero aquí surge la antinomia. Trataré de explicarla. Yo creo á pie juntillas en el progreso indefinido. El término ideal de este progreso es, en mi concepto, individualista.

Después de todo la existencia es sobradamente corta y no merece la pena de tomarse tantas preocupaciones... Y sostenía con más ingenio que lógica la tesis vulgar de los descorazonados, por más que nada justificara el que se considerase uno de ellos.

Los indios, por lo tanto, debían estar eternamente agradecidos a los españoles que los habían levantado de la abyección y que les habían devuelto el ser de criaturas racionales que casi habían perdido. Los razonamientos empleados por Rafaela para sostener su tesis excitaban la cólera de Pedro Lobo y hacían brotar de sus labios feroces discursos en contra.

Prefiero yo no repetir aquí los argumentos que tantas veces he escrito en contra de esa fórmula, cuyo sentido social ha variado completamente desde entonces. A los que se interesen por el asunto, les aviso que hallarán combatida la tesis de Sarmiento en mi libro Blasón de Plata.

En las novelitas del Sr. López Roberts ocurre lo que acabamos de exponer. No hay tesis. En ellas se da el arte por el arte, en el buen sentido de la frase.

Hacía muy poco que se había graduado de Doctor en Jurisprudencia, y había enviado a su padre la tesis doctoral. El padre leyó con suma atención las cuatro o cinco primeras páginas, pero no entendió palabra, se mareó y dejó la lectura.

Trató de convencer á su señora por cuantos medios le sugirió su imaginación de que iba contentísimo. La condesa le contradecía, riendo al verle tan sofocado: celebraba con mucha algazara los disparates que al pobre muchacho se le ocurrían para demostrar su tesis. ¿Y qué dirá tu novia cuando vea que no bailas con ella? Procuraré que tengas un rato libre.

Ronzal, como otros días, defendía en tesis general la moralidad presente, debida a la restauración. Vamos, que usted, Ronzalillo, en estos tiempos de moralidad... dijo el alcalde, con su malicia de siempre. Sonrió un momento Trabuco, pero recobrando la serenidad exclamó: Ni yo ni nadie; créanme ustedes. En Vetusta la vida no tiene incentivos para el vicio.

Y, sin embargo, entre todos los elementos de educación humana que pueden contribuir a formar un amplio y noble concepto de la vida, ninguno justificaría más que el arte un interés universal, porque ninguno encierra según la tesis desenvuelta en elocuentes páginas de Schiller la virtualidad de una cultura más extensa y completa, en el sentido de prestarse a un acordado estímulo de todas las facultades del alma.