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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Mujer que así pensaba no podía transigir con la perspectiva de quedarse sin flor, exponiéndose a dar fruto que acaso no tuviese dueño conocido. Su entereza estaba además cimentada en otra base de resistencia, acaso más salvadora que la misma castidad romántica.
Sabían que su voz era la del Sinaí, que por su boca hablaban los profetas del oficialismo, porque era compadre y socio en primer grado del ministro Eneene, de aquella encanijada personilla que había subido a la poltrona ministerial a gatas, y convertido el despacho en pulpería; forzosamente, tenía que saber algo, que conocer el pensamiento luminoso y la fórmula salvadora de los pastores del asustado rebaño: el lobo estaba ahí y la hora del banquete iba a sonar.
No es posible afirmar de un modo terminante de quién partió tan salvadora idea, aunque no es aventurado el pensar que brotó en el cerebro malicioso de algún joven madrileño de los que gustan pescar, no en laguna tranquila, sino en río revuelto. Porque este género de excursiones es venero inagotable de riqueza para los mocitos aprovechados.
Aresti, al pensar que la ruina de su país sería la señal para que los invasores levantasen sus tiendas, deseaba que aquella llegase cuanto antes: sonreía pensando en el agotamiento de las minas como en una catástrofe providencial y salvadora. Llevaba más de dos horas paseando por la orilla de la ría. Comenzaba el agonizar de la tarde.
Con egoísmo amoroso, sólo del amor mutuo que don Paco y ella se tenían, había ella hablado con don Paco. Ya en la calle y separada de él, Juanita volvió a pensar en Antoñuelo y a cavilar en un medio de salvarle sin que nadie le diese auxilio y siendo ella su única salvadora.
Y no creas que las idealizo... ¡Oh, no...! Te sigo contando. Pocos días después de escribirle Acosta esa carta, que ella no le contestó, la encontró inesperadamente en casa de las Aliaga. Hablaron; él se puso a llorar como un chico, y esa tarde, sintiendo el vértigo de una pasión que concluiría por vencerla, buscó la única solución salvadora. Vivió todavía horas de sombría sublimidad.
Y tras fatigas y hórridos azares, cruzando montes, traspasando llanos, salvando la distancia de los mares, la intrépida nación de los hispanos te presentó su mano salvadora, y tu frente abatida, al levantar de España la señera con una cruz volaste y una espada a una playa de todos ignorada.
Pero casi al mismo tiempo que tal decía vínole rápidamente al pensamiento, como esos rayos celestes de que nos habla el misticismo, una idea salvadora, una solución fácil, eficacísima, derivada ¡oh rarezas de la vida!, de la misma situación aflictiva en que la familia se encontraba. ¡Qué cosas hace Dios!
¿Crees tú que alguna vez se hayan perdido once mil duros? repuso en tono amargo parándose frente a ella . Es decir, se pierden, sí; pero otros los encuentran antes de llegar al suelo. Acabando de decir esto, quedó repentinamente suspenso, como si brillase una luz salvadora en su cerebro.
En Vetusta no se aclimataba esta planta; él era el único ejemplar, robusto, inquebrantable eso sí, pero el único. Y don Pompeyo sentía remordimientos cuando se sorprendía deseando que jamás cundiese la doctrina racional, salvadora, que por tal la tenía.
Palabra del Dia
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