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Actualizado: 23 de junio de 2025


Mientras los demás referían aventuras vulgares, sin gloria, él atento a sus pensamientos, con un codo apoyado en la mesa y la barba apoyada en la mano, fumaba un buen cigarro besando el tabaco con cariño y voluptuosa calma; los ojos animados, húmedos, llenos de reflejos de la luz y de reflejos eléctricos del vino, se fijaban en el techo.

Chupó en silencio y con placer su cigarro habano, cerró los ojos, como para mirar el pasado, y prosiguió: Ríase usted de la caza, de la música, de los viajes, de todos los placeres en general. Los he gustado todos. No valen la pena de molestarse.

Antes los hombres pasaban la noche en la taberna malgastando su jornal y hablando cosas feas. Ahora se van después de cenar al local de las Escuelas y allí se están cantando como unos benditos toda la noche. Cuando los ve cansados don Ricardo les da un cigarro, les entretiene un rato charlando y ya los tiene usted tan contentos. ¡Oh, señora, qué bien cantan ya!

Pasaron cuatro días; ya no me acordaba de aquella niña, ó si me acordaba era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la juventud. Será cosa, á más tardar, del viernes ó el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome á la calle. El ministro se había negado á rebajar la cuota del Ayuntamiento, lo cual me tenía muy disgustado.

Esta vez, exclamó alegremente el soldado viendo alejarse al viajero, si atrapo el cáncer del fumador, no será con colillas... Y encendiendo voluptuosamente un cigarro de banquero, continuó su interrumpida ronda de vigilancia. Hacía un calor sofocante apenas dulcificado por la brisa del mar.

Los dos próceres se miraban, como preguntándose qué diablos hacían allí, porque los muebles, dorados, y la mesa, incrustada de nácar, olían a boudoir a la legua, a pesar del humo de cigarro que daba en las narices, tan pronto como se ponía el pie en el mullido bruselas de colores vivos.

¡Viva, viva! exclamó al llegar aquí toda la Junta, y es fama que despertó entonces el Ministro de Hacienda, y aun hay quien añade que echó un cigarro a pesar del mal estado de su ministerio. Temblaba a todo esto el buen labriego, pues ya había caído él en la cuenta de que si todos aquellos señores habían de mandar, y no había otro sino él por allí que obedeciese, era la partida más que desigual.

Agotada la discusión política, míster Robert reanudó sus anotaciones en el libro mayor, y el joven fué a sentarse en el sofá, donde encendió un cigarro y se puso a leer de nuevo la carta de su prima.

Varias veces levanté la cabeza desde que dejamos el kiosco y siempre encontré á mi lado una misma cara. Yo no buscaba á Ninay, y sin embargo, constantemente estaba cerca de . ¿Quieres fumar? la dije, á la par que sacaba la petaca para encender un cigarro. Tu cuidado, me contestó con esa habitual franqueza de la india.

D. Laureano, avergonzado y alentado al mismo tiempo, exclamó irguiéndose: Vaya, vaya, déjame en paz y sigue tu camino. Nada tengo que partir contigo. ¿Nada tienes que partir conmigo, malvao? Y la criatura que he dejao en Madrid ¿es la punta de un cigarro que tiras a la calle cuando empieza a quemarte, verdá ?

Palabra del Dia

cabalgaría

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