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Esas niñas que van rezumándose con los papás detrás de ellas; esos jóvenes que marchan ciñendo la orilla de los coches vuelta hacia ellos la cabeza y quitándose el sombrero cada cuatro pasos, sin conocer a nadie, sólo para que las damas pedestres los admiren y veneren; esos aristócratas que pasean en carruaje y se miran y se remiran sin cesar como si no se conociesen, aunque se están mirando desde que nacieron y se seguirán mirando hasta la hora de la muerte... Dime, ¿no causa grima a cualquiera?

Hácia las alturas del Jardin, Brevent, etc., se dirigian los aficionados á las peregrinaciones pedestres, las mas duras pero tambien las mas libres, fructuosas y económicas.

Pasado el gran acontecimiento de la venida del P. Enrique; luego que no quedó en el pueblo nadie que no le viese, satisfaciendo así la curiosidad; luego que le oyeron predicar en la parroquia y no hallaron que sus sermones fuesen más bonitos que los de otro Padre, sino más fáciles, más pedestres, más sencillos y con menos latines; y luego que vieron que el P. Enrique ni contaba chascarrillos ni jugaba al billar ni a la malilla, ni era más entretenido que otro cualquiera, todo Villafría entró de nuevo en su estado normal.

En general esos monumentos son muy severos y sencillos, pero las estatuas ecuestres ó pedestres son de mal gusto y ejecucion artística imperfecta.

Pero uno de los suizos que nos acompañaban en la diligencia nos dijo que los jóvenes viajeros pedestres no eran sino artistas ó artesanos peregrinos, que viajaban grátis conforme á una institucion particular que solo existe en Suiza y aun en algunos Estados alemanes.

Encontró ladrones; pero no ladrones de buen tono, no ladrones fashionables como José María, que parecía una ascua de oro, montado en su brioso alazán. Eran ladrones de poco más o menos: pedestres, comunes y vulgares. Ya sabéis lo que es ser vulgar en Inglaterra. No hay apestado, no hay leproso que inspire a un inglés tanto horror como lo que es vulgar. ¡Vulgar!

Y cuando faltaban los pedestres para mantener la admiracion del novato, abusaba de los coches flamantes que desfilaban; Tadeo saludaba graciosamente, hacía un signo amistoso con la mano, soltaba un ¡adios! familiar. ¿Quién es? ¡Bah! contesta negligentemente; el Gobernador Civil... el Segundo Cabo... el magistrado tal... la señora de... ¡amigos míos!

De este modo, si no creaba, cuando menos se divertía extrayendo del depósito las notas, concertadas por el orden que se le señalaba en un papel. Llegó a ser un regular pianista. Después de su fracaso de poeta, quedábale el recurso de la prosa, que parece ser el prado del concejo para todos los aficionados a retozar en los campos acotados de las letras, y aun de las artes, las pedestres inclusive.

La actividad era cosa terrible; era mucho más agradable pensar, imaginar.... Pero un padre tenía que ser diligente, práctico, positivo... y él lo sería; por Antonio, por su Antonio.... Pero por lo pronto, la bilis, la vergüenza de su ignorancia de las cosas que sabían todos en casa, menos él, todo aquel barullo de pasiones bajas, vulgares, pedestres, le quitaban el gusto a su dicha presente, a la felicidad de ser padre.

Habiéndose ofrecido al general para ayudarle a escribir cartas en ocasión en que éste se hallaba muy apurado, cumplió con tal exactitud, que apesar de que las epístolas eran un poco pedestres y enrevesadas, aquél aprovechó sus servicios algunas otras veces, y hasta recabó del jefe de la oficina que le dejase libre algunas horas a fin de no molestarle tanto.