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Don José era un señor excelente, que no hacía más que cuidar de su hacienda, jugar á la malilla en la reunión de la botica y dar gusto á Doña Antonia. Esta señora tenía una pasta de las mejores: cuidaba de la casa con esmero, cosía y bordaba.

Pero un día fatal hizo el diablo que don Fernando acompañase a su mujer a una fiesta de familia, y que en ella hubiera una sala, donde no sólo se jugaba la clásica malilla abarrotada, sino que, alrededor de una mesa con tapete verde, se hallaban congregados muchos devotos de los culbículos.

Haced cuenta que don Tello Ha metido la malilla; Pues la espadilla traemos. SANCHO. Pelayo, ¿tenéis juicio? PELAYO. Olvidéme de los dedos. SANCHO. Lo que habéis de hacer, señor, Es prevenir aposento, Porque es hombre muy honrado. PELAYO. Y tan honrado, que puedo Decir... SANCHO. ¡Vive Dios, villano! PELAYO. Olvidéme de los dedos. Que no habraré más palabra.

Pasado el gran acontecimiento de la venida del P. Enrique; luego que no quedó en el pueblo nadie que no le viese, satisfaciendo así la curiosidad; luego que le oyeron predicar en la parroquia y no hallaron que sus sermones fuesen más bonitos que los de otro Padre, sino más fáciles, más pedestres, más sencillos y con menos latines; y luego que vieron que el P. Enrique ni contaba chascarrillos ni jugaba al billar ni a la malilla, ni era más entretenido que otro cualquiera, todo Villafría entró de nuevo en su estado normal.

Y vine a esta ciudad, pensando que hallaría un buen asiento, mas no me ha sucedido como pensé. Canónigos y señores de la iglesia, muchos hallo, mas es gente tan limitada que no los sacaran de su paso todo el mundo. Caballeros de media talla, también me ruegan; mas servir con éstos es gran trabajo, porque de hombre os habéis de convertir en malilla y si no. «Andá con Dios» os dicen.

Porque de hombre os habéis de convertir en malilla, y si no, "Andá con Dios", os dicen. Y las más veces son los pagamentos a largos plazos, y las más y las más ciertas comido por servido."

Por lo general, y así sucedía en Villalegre, la Casilla estaba en sala relativamente cómoda y espaciosa, detrás de la botica. Allí se leían los periódicos, se fumaba, se charlaba y se jugaba malilla, al tresillo, al truquiflor y al tute, y tal vez al ajedrez, al una a la dominó y a las damas.

Soñando estoy con las agradables veladas que vamos á pasar en el invierno, jugando á la malilla y al tute, disputando sobre nuestras no muy concordes teologías, y refiriendo yo á V. mis aventuras en el Perú, en la India y en otras apartadas regiones.

LAFRIPE. ¡Maldita sea...! ¡Buena la he hecho! ¡Me va a echar una bronca...! LORENZA. ¿Qué desea usted decirle? Voy a verlo dentro de un rato. LAFRIPE. Yo soy quien le pone sus esbozos en cuadrícula. ¡Hay que vivir...! Me había citado aquí; pero me he entretenido jugando a la malilla... ¡Hola, Cornu...! LORENZA. ¡Si puedo servirle en algo...!

Devuelva usted al convaleciente el placer de vivir, el amor; esto vale más que las partidas de piquet o de malilla a pública subasta o que la lectura de la última novela salida a luz. Querría que todas las enfermeras fueran enamoradas, criaturas lindamente adornadas y vestidas por los grandes modistos... SITA. Hay también un músculo que se llama el gran sartorio... .