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No haga caso de lo que pudiera decirle esa generala; está medio loca. Me agrada usted, y quiero convertirla en algo de provecho; pero acuérdese de que las que no están conmigo están contra ... LA MARQUESA. Es usted inteligente y triunfará... ¡Hasta ahora, hija mía...! Alarga a Sita un manojo de huesos y se marcha. VERA. ¡Vamos! ¿Qué le parece a usted...?

Andando el tiempo, y cuando la piedad y devoción habían llegado á su mayor auge, el Concejo sevillano, interpretando el público sentimiento, procuró el mayor esplendor en esta Fiesta, y para, ello entre otras disposiciones concedió premio á los vecinos moradores en las casas de la carrera, que, con más gusto y riqueza adornasen sus fachadas, según comprueba un libramiento de 1870 mrs. en favor de Pedro Gómez «por la costa que tuvo en adornar su casa, sita en la Cerrajería el día que pasó la procesión, fecha á 8 de Julio de 1603.

Cumplidos tan gratos deberes, fuimos á visitar, acompañados de los eruditos salmantinos que ya conocéis, la renombrada Casa de la Salina, sita en la calle de San Pablo, y llamada así por haber servido modernamente de almacén de sal.

Si cualquier pelafustán compatriota de Poldy podía poseer su imagen, ¿qué atrevimiento ni qué falta de decoro habría en enviársela por medio del pájaro zancudo al poeta incógnito, que no podía menos de ser príncipe, nababo, brahaman o chatria, allá en la tierra de Rama y de Sita, de Nal y de Damayanti?

VERA. Permítanme ustedes, señoras, que les presente a mi amiga la señorita Volanges, la cual acaba de alistarse bajo nuestra bandera... Haga el favor, mi generala, de tomar a mi ahijada bajo su protección. Mi padre es director de las Forjas de Commentry-Yapamieux. SITA. Creo que . Querría consagrar mi vida a cuidar los sufrimientos, a inclinarme sobre los dolores.

Mientras se entretiene, le presentaré a la patrona mayor, la señora marquesa de la Escalinata del Patio de Guardias. SITA. ¡Yo no si debo...! VERA. Hija mía: en nuestro sacerdocio, lo mismo que en los otros, hay que estar bien con todo el mundo; de lo contrario, aunque ponga usted en ello toda su buena voluntad, no llegará a ser nada... ¡Ah...! ¡Aquí llega nuestra querida presidenta...!

Se ha notado que el aburrimiento era un remedio infalible para los convalecientes. Las señoritas Sita y Vera atraviesan con viveza la ciudad doliente y se presentan en un saloncito lleno de jóvenes y viejas damas, que esperan la apertura del curso. Están vestidas de enfermeras.

Le advierto que estos resucitados son luego muy embarazosos... ¡No importa...! Volvieron a ser hombres, y, por consiguiente, hay ya medios para hacerles entrar en razón. Hija mía: yo soy en esta Casa la última entre las últimas; pero tengo lo que falta a todas estas damas: sentido común... ¡Le enseñarán el espica del brazo y el galeno de la cabeza...! SITA. ¡Los conozco...! Son vendajes.

Cual centinelas que la guardan, tiene a su rededor los ocho barrios siguientes: 1.º el de San Julian, así llamado por una antigua ermita de su nombre, denominada hoy de San Antonio Abad, en cuyo día celébrase allí una fiesta al fin de la cual, los labradores con sus bien enjaezadas caballerías dan carreras por el camino de Valencia que atraviesa el barrio. 2.º el de las Ollerías, porque en él están las alfarerías que proveen a Teruel, y a muchos pueblos de la provincia y de fuera, de cántaros, ollas, jarros, baldosas, ladrillos y demás objetos de tierra cocida, tierra que con abundancia le proporcionan los cerros vecinos. 3.º el del Arrabal, próximo al anterior y a la parte alta de la ciudad. 4.º el de las Estaciones, nombre que recibe de las cruces y escenas de la Pasión que se hallan hechas en baldosa sobre pedestales de ladrillo en el camino del cementerio 5.º el de las Cuevas, denominado así a causa de las que había en la antigüedad habitadas por los moros, y convertidas hoy en casas de mediano aspecto, habiendo alguna que otra cueva que revela bien lo que fue especialmente la marcada con el número 114, que se encuentra a la derecha del camino que desde el molino viejo conduce a Capuchinos por detrás de la casa de Beneficencia. 6.º el del Cármen, que comprende las casas de campo que hay desde la cárcel pública hasta algo mas allá de la ermita de aquel título, sita en la carretera de Zaragoza. 7.º el de San Francisco, así llamado del ex-convento de este nombre.

La marquesa y la generala parecen tratarla como algo sin importancia; estas matronas se atribuyen todo el éxito de la empresa. A ellas irán a parar los honores y las cruces. ¿Qué le parece...? Me es muy difícil contestarle... SITA. ¿Por qué...? LA ENFERMERA. Porque conozco a la condesa de los Charmes, que es mi amiga íntima.