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Actualizado: 19 de junio de 2025
Estrecha la mano de Sita y se va. En la academia Velázquez, la señorita Lorenza White es la discípula preferida del maestro Joaquín Pont-Dugard, miembro del Instituto y profesor de pintura para señoras. Esta joven es inverosímilmente rubia, con entonación de oro pálido; es delgada de aspecto, pero muy robusta.
La señorita Sita Volanges, siguiendo las exhortaciones de su amiga íntima Vera Shrestenieff, se ha alistado bajo la bandera de las «Hijas de Galia», Sociedad para la educación de las enfermeras benévolas; las Hijas de Galia se cubrieron de gloria durante la guerra: instalaron ciento cuarenta hospitales en el frente; desafiaron los bombardeos; veinte enfermeras de la Sociedad fueron muertas; ciento cincuenta resultaron heridas; la Casa fué mencionada muchas veces en la orden del día.
Muchas noches se acostaba con fiebre porque no le habían dejado satisfacer su anhelo de coger para sí aquellas monerías. Barbarita y su hermano Gumersindo, mayor que ella, eran los únicos hijos de D. Bonifacio Arnaiz y de doña Asunción Trujillo. Cuando tuvo edad para ello, fue a la escuela de una tal doña Calixta, sita en la calle Imperial, en la misma casa donde estaba el Fiel Contraste.
Sita en una hondonada que forma un terreno elevado, llamado Los Altos, se ha visto forzada a replegarse sobre sí misma, a estrechar y reunir sus regulares edificios de ladrillo. El cielo es purísimo, el invierno seco y tónico, el verano ardiente y tormentoso. Hacia el oriente tiene un bellísimo paseo de formas caprichosas, de un golpe de vista mágico.
Ensanchado a veces el subterráneo y elevándose su techo a mayor altura formaba amplias salas, donde se parecía, esculpida en piedra, la imagen simbólica de alguna de las más veneradas deidades del panteón brahmánico. La mayor de estas salas era la del hijo de Dasarata, la de Rama el virtuoso, fiel consorte y vengador de Sita, vencedor de Ravana y conquistador de Lanka.
SITA. ¿No tienen por objeto restaurar los semblantes de los heridos en el rostro...? LA MARQUESA. ¡Eso es...! Veo que tiene usted ya conocimientos quirúrgicos. Siento que no nos hayan enviado heridos del rostro; como siempre, la generala se ha conducido tan torpemente, que nos vemos privados de tan interesantes heridos.
LA GENERALA. ¡Sí...! Además, para una mujer nunca resulta desagradable ver sufrir a los hombres. Y es más agradable todavía consolarlos. SITA. Siento dentro de mí algo como un apostolado... LA GENERALA. ¡Ya lo veremos en la curación...! Pero no en seguida; antes hay que seguir los cursos... SITA. Yo tengo ya algunas nociones de Medicina. LA GENERALA. Esto puede ser ya mucho, o puede ser poco.
Ambas Juanas, que tampoco habían estado en la procesión, porque la habían visto pasar por delante de su casa, sita en la carrera, aparecieron en la iglesia cuando ya empezaba la misa. Involuntario y general murmullo de admiración se escapó entonces del pecho de los hombres. La madre iba delante abriéndose paso con los codos.
SITA. ¡No sé qué pensar...! Yo no sospechaba que en la consagración al sacrificio tomara tanta parte la diplomacia. Si sigo a la generala, la marquesa me guardará rencor, y si sigo a la marquesa, la generala me fastidiará todo lo que pueda. VERA. Lo mismo sucede en todas las Obras. Estas damas se sienten animadas de la mejor intención cuando se agrupan.
SITA. Sin embargo, desde que estoy aquí no vi aún esa desinteresada abnegación, cuya grandeza ensalza usted. Oí a la generala glorificarse a costa de la marquesa; oí a la marquesa expresarse sin miramiento alguno en todo lo concerniente a la generala.
Palabra del Dia
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