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La redada había sido, en efecto, completa y calificábala Butrón de pesca milagrosa; el caritativo anzuelo de socorrer a los heridos del Norte había prendido en todos los corazones, verificando la fusión deseada, y el heterogéneo personal de la Asociación de señoras quedó reclutado, faltando tan sólo organizarlo.

Hasta el vizconde, si bien en su llanto parecía haber un poco de risa, porque durante el sermón, con un alfiler y una tirilla de papel que encontrara por casualidad en el suelo, había prendido una pequeña cola en las abultadas polleras de doña Brianda. Por suerte, nadie advirtió su impiedad, «nadie diría fray Anselmo, ¡menos Dios

Otra tarde, pues aquellos desórdenes eran vespertinos, le aguardó vestida de aldeana, y otra vez en traje de bailarina. Carola no era mujer: era un serrallo. Pero lo que le ponía fuera de era admirarla de señora, con abanico de plumas, vestido de cola, escotada y con prendido de flores en el pecho.

Mas todo ešto še haze paraque še cumplã las Ešcripturas de los prophetas. Entonces todos los Dišcipulos huyeron dexandolo. Y ellos, prendido Iešus, truxeronlo

¡Hola! ¿Eres supersticioso? Tres días después, la sociedad de México quedó consternada, al saber que las hordas rebeldes habían entrado a saco en la hacienda principal de los Hernández Sandoval, que habían prendido fuego a su ingenio, y volado con dinamita el vetusto edificio. San Javier ya no era más que un enorme montón de escombros.

Sobre el negrísimo cabello lucía, prendido con gracia, un ramo de flores de granado. En todo esto reparó en conjunto Mutileder, pero sin analizar, como nosotros, porque estaba algo cortado y sin saber lo que le sucedía. La cosa no era para menos; sobre todo, tratándose de un mozuelo que, si bien despejado y audaz, carecía de experiencia y jamás se había visto en lances de aquel género.

Era placentero ver llegar por las callejas la figura ondulante de una joven a veces descalza; pero luciendo, , en su primoroso peinado alguna rosa amarilla o algún sangriento clavel, prendido con garbo en las trenzas. Su cadera se ofrecía y se esquivaba al andar. Su sonrisa era mejor que los collares. Los hombres se detenían para contemplarla. Algunos la susurraban al oído palabras en algarabía.

Pero más que todo esto contribuyó á debilitar su cariño, ó, por mejor decir, á que no prendiese jamás en su corazón, como había prendido en el del joven, la disparidad de genio y educación. Soledad era inclinada por naturaleza y nacimiento á las formas rudas, al lenguaje brutal y desvergonzado, no desprovisto de gracia, de la plebe andaluza.

La reina continuó: Y he descubierto una cosa que me ha llenado de alegría, que ha abierto mi alma á la esperanza y á la felicidad: el rey me ama. ¡Oh, , me ama con toda su alma! y yo... ¡oh, Dios mío! para vos, padre Aliaga, que tenéis las virtudes y la pureza de un santo, he tenido abierta por completo mi conciencia, mi alma de mi mujer; vos no sois mi confesor, pero sois más que mi confesor, mi padre; yo os había dicho que no amaba al rey, á mi Felipe, al padre de mis hijos... ¡oh! y os lo decía como lo sentía... yo estaba irritada, humillada, abandonada; habían pasado días y semanas y meses sin que yo viera á su majestad más que en los días de ceremonia, delante de la corte, rodeada de personas pagadas para escuchar mis palabras; yo no era allí más que la mitad de la monarquía; la reina cubierta de brocados, con el manto real prendido á los hombros, con la corona en la cabeza; una mujer vestida de máscara presentada á la burla de la corte; después de la ceremonia, el rey se iba por un lado con su servidumbre, y la mía me traía como presa á mi cuarto... esto me irritaba.. me indisponía con todo... hasta conmigo misma...; pero anoche... cuando vi al rey delante de ... ¡oh Dios mío! comprendí que le amaba más que nunca, que mi amor no se había borrado, sino que había dormido, que había estado cubierto por mi despecho.

2 Y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; él ha resucitado de los muertos, y por eso virtudes obran en él. 3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había aprisionado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; 4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. 5 Y quería matarle, mas temía al pueblo; porque le tenían por profeta.