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Allí las emociones de Isidora fueron una alegría casi infantil, un deseo vivo de correr, de despeinarse, de entrar descalza en los charcos de las acequias, de subir a las ramas en busca de nidos, de coger flores, de dormir a la sombra, de cantar.

En lastimoso estado iban los dos: Benina descalza, desgarrada y sucia la negra ropa; el moro envejecido, la cara verde y macilenta; uno y otro revelando en sus demacrados rostros el hambre que habían padecido, la opresión y tristeza del forzado encierro en lo que más parece mazmorra que hospicio.

Y Amparo, cerrando los ojos, creía sentir en el rostro el frío cierzo de la noche de Reyes.... Cuando entraba descalza en el portal de Sobrado a cantar villancicos, ¿pensó que se enamorase nunca de ella Baltasar? Pues así como había sucedido esto, lo otro.... No obstante, dentro de la Fábrica misma hubo escépticas que auguraron mal de los enredos en que se metía Amparo. ¡Casarse, casarse!

Reduzca vuestra majestad los gastos de su casa, que España anda descalza me dice el padre Aliaga . Y cuando esto dice el bueno de mi confesor, cuento las ropillas que tengo y los doblones que poseo, y hallo que cualquier pelgar anda mejor cubierto y mejor provisto que yo.

Y , Aniquilla, que te llamas doña Ana; , que hace veinte años andabas por las playas de Gijón descalza, cogiendo ostras y buscando á los marineros; , aventurera ennoblecida por tu hermosura; , miserable, ase de los pies de ese cadáver y pronto, porque no tengo tiempo que perder. ¿Pero qué va á ser de ? exclamó desesperada la hermosa doña Ana. Sea lo que el diablo quiera.

Noté que nadie se reía de ; que nadie me miraba, que todos, cuando pasaba junto á ellos el capitán, que me llevaba de la mano, se descubrían. Era él el capitán de la galera, y además muy rico y muy principal. Por eso me respetaban todos. Y yo iba mal vestida, despeinada, descalza. Y, sin embargo, don Hugo de Alvarado, que así se llamaba mi esposo...

La fecunda, diabólica fantasía de Amalia se puso a inventar tormentos con que saciar el odio que la devoraba. Necesitaba ver sufrir. Josefina fue enviada descalza abajo con una misiva escrita en lápiz para Concha. El papel decía: «Concha, ahí te envío a esa picaruela. Castígala como mejor te parezcaAmalia había adivinado, en su doncella, al verdugo.

La envidiada de todos, envidiaba a cualquier mujer pobre y descalza que pasase por la calle con un mamón en brazos liado en trapos.

Siempre había considerado el joven aristócrata como una antinomia del amor aquella preferencia que él daba a la escultura humana con velos, sobre el desnudo puro. ¿Por qué le excitaba más el velo que la carne? No se lo explicaba. Veía la rolliza pantorrilla de una aldeana descalza de pie y pierna ¡y nada! ¡veía una media hasta ocho dedos más arriba del tobillo... y adiós idealismo!

La reciente viuda, con una mala saya de percal, desgarrada y sucia, en mangas de camisa, desgreñada y descalza, esperaba á la fúnebre comitiva, acurrucada en un rincón de la destartalada habitación en que había muerto su marido: sala, alcoba, pasadizo y comedor al mismo tiempo; pues aquella pieza y otra reducidísima y obscura que servía de cocina constituían toda la casa.