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Casualidad sería; pero al sentarse quedó fuera de la fimbria de su bata medio piececito primorosamente calzado con una babucha de raso, muy escotada, sobre una media de seda azul con rayas blancas.

Seguramente hubo por fuerza de ocurrírsele mucho tiempo antes que aquello había de llegar, mas no lo imaginó para tan pronto; así que su sorpresa fue terrible. Si al menos hubiese salido a escena un día muy de corto y otro muy escotada... pero así, de repente, sin preparación... ¡y casi desnuda!

Quedó admirablemente vestida, un tanto escotada, y dejando ver en su incomparable garganta una ancha gargantilla de perlas, con un pequeño relicario cubierto de brillantes. Deslumbráis, Dorotea dijo Quevedo, doblando cuidadosamente el manto y poniéndole sobre su ferreruelo en la llave . Se me os vais subiendo á la cabeza. Sentáos y ponedme vino. No seáis loca.

A caballo no va escotada; no has visto sus hombros, y eso es lo que tiene que ver... No hay nada mejor en París, por el momento.» Y así me decidí a ir al baile... y vi los cabellos rubios de madama Scott, y admiré los blancos hombros de madama Scott... y espero que los volveré a ver cuando den bailes en Longueval. ¡Pablo! dijo la Condesa, señalando al cura.

Se presentaba en plena tarde audazmente escotada, para lucir con orgullo sus albas y gelatinosas superfluidades. Usaba joyas gigantescas y bárbaras, en armonía con una peluca rubia á la que iba añadiendo todos los meses nuevos rizos.

Su rubor provenía no sólo de mentir, sabiendo que Adriana estaba en la cazuela, sino también a causa de sus hombros y brazos desnudos; aquel año venía por primera vez a la platea del Colón y no podía sacarse la preocupación de que todo el teatro podía verla tan escotada. Ni se atrevía a mirar a Muñoz.

Otra tarde, pues aquellos desórdenes eran vespertinos, le aguardó vestida de aldeana, y otra vez en traje de bailarina. Carola no era mujer: era un serrallo. Pero lo que le ponía fuera de era admirarla de señora, con abanico de plumas, vestido de cola, escotada y con prendido de flores en el pecho.

Es Juana Baud, y como Juana Baud es Jenny Hawkins, no puede haber error. Tragomer no respondió, abstraído en mirar el retrato, que representaba una hermosa joven morena, de alta estatura, admirablemente formada, desnudos los brazos, escotada y sonriendo con expresión soñadora. Ni un rasgo de la mujer del teatro de San Francisco. Había pues, á no dudar, error de persona.

El regreso a los Pazos fue animado por comentarios y bromas acerca de las visitas: hasta Julián dio de mano a su formalidad y a su indulgencia acostumbrada para divertirse a cuenta de la mesa escotada y del almacén de quincalla que la señora jueza lucía en el pescuezo y seno.

Aquel señor blanco sin niñas en los ojos, con los hombros desnudos como una dama escotada, debía de ser alguno de los muchos sabios que hubo en tiempos remotos, y en él, en el estante de los libros y en el mapa gráfico estadístico se cifraba toda la sabiduría de los siglos. En este reconocimiento del lugar empleó Isidora menos de un minuto.