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Pero retírate á tu cámara y no vuelvas á las andadas. Sentáos aquí, junto al fuego, madre mía, dijo á la anciana cuando se hubo retirado su hija. Acercáos, Roger de Clinton; deseo hablaros, y en presencia de mi madre, sin cuyo buen consejo no gusto de resolver siempre que puedo consultarla. Roger, sorprendido, se inclinó.

Sentáos, sentáos, pues, señora; y vos también, padre Aliaga; nadie nos ve; yo entro y salgo, merced á ciertos pasadizos, sin que nadie me vea, y estamos completamente libres de la etiqueta. Todos se sentaron. El rey, que era muy sensible al frío, removió el brasero. ¡Qué invierno tan crudo! dijo ; aseguran que hay miseria en los pueblos; ¡pobres gentes! Y volvió á revolver con delicia el brasero.

Así es que á Montiño no le costó el ver á aquel personaje, terrible por su posición, más trabajo que el de ir al convento de Atocha. El padre Aliaga le conocía personalmente y le habló con suma afabilidad. Sentáos, sentáos, señor Francisco Montiño le dijo y sobre todo quitáos esa capa que debe helaros. ¡Ah, señor! no es la capa la que me hiela dijo el cocinero mayor.

¡Ay! suspiró la joven , mi madre despidió a Rosalía porque vos me hablasteis. Si Marta, mi protectora, me fuera quitada, me moriría de pena. No es lo mismo; por otra parte el destino lo quiere; no hay que vacilar. Vamos, querida mía, calmaos; sentaos en el banco; así será menos fácil que nos vean.

Luego dijo con doble anhelo: ¡Pero mi padre!... ¡Tu padre!... dijo el bufón ¿quién sabe lo que ha sido de tu padre? Sentáos, hija mía, sentáos y escuchadme dijo el padre Aliaga. Dorotea se sentó, y esperó en silencio y con ansiedad á que hablase el padre Aliaga, que se sentó á su vez en el sillón aquel que en otros tiempos había servido al padre Chaves para confesar á Felipe II.

La sirvienta me ha hablado de una desgracia; pero confío en que no os ha sucedido nada, ¿verdad? El intendente echó llave a las dos puertas y deteniéndose con los brazos cruzados y los ojos echando llamas ante la condesa: ¡Sentaos, señora! ¡Sentaos, os lo ordeno! Habéis cometido una cobarde traición; quiero ser vuestro juez, vuestro juez inexorable. ¿Qué le habéis dicho a Marta?

Sentáos dijo Quevedo con voz vibrante ; sentáos y no espantéis la caza: yo os vengaré. ¿Pero es cierto? dijo con angustia Montiño, que se sentó. Certísimo; pero no habléis con ese tono compungido. Vos no sabéis nada; estáis almorzando alegremente. Comed. ¡Imposible! aunque no me ahogase la pena, me ahogaría ese pastel... ¡Mozo! ¡un real de olla podrida! dijo una voz estentórea al fondo del salón.

1 Y Booz subió a la puerta y se sentó allí: y he aquí pasaba aquel redentor del cual Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino, y se sentó. 2 Entonces él tomó diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. 3 Y dijo al redentor: Una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec, vendió Noemí, la que volvió del campo de Moab;

Sentáos, caballero dijo el fraile. Montiño se sentó. Entre tanto el padre Aliaga abrió sin impaciencia la carta, y á despecho de Juan Montiño, que había esperado deducir algo del contenido de aquella carta por la expresión del semblante del religioso, aquel semblante conservó durante la lectura su aspecto inalterable, grave, reposado, dulce, indiferente.

Sentáos, sentáos dijo el rey ; vos sois mi buena, mi hermosa, mi amada Margarita dijo el rey tomando á la reina una mano, y besándosela ; y vos, padre, sois mi amigo y mi confesor. Ya sabéis cuánto he defendido yo el que os aparten de mi lado, á pesar de que Lerma me ha hablado mal de vos. Yo os aprecio mucho, fray Luis; más que apreciaros, os reverencio.