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El Gentleman-Montaña contestó con un gesto indiferente, y Flimnap quiso aceptarlo como si fuese de aprobación. Luego suplicó á su poderoso amigo que bajase la mano lentamente hasta depositarlo en el suelo, y salió corriendo de la Galería.

Estaba vestido, conservando las mismas ropas, mojadas por la lluvia de la noche anterior. Una pulmonía de padre y señor mío dijo el doctor arrojando la cerilla y saliendo del camastro otra vez de rodillas. Afuera, junto al fogón, escribió una receta en una hoja de su cartera, encargando al pobre pinche, que después de la visita parecía más tranquilo, que bajase por los medicamentos al hospital.

Ordinariamente iba yo a buscarle a la hora de entrar al colegio, le llamaba desde el jardín para que bajase.

Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y a deshora, a su siniestra mano, parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano. Diole voces don Quijote, y rogóle que bajase donde estaban.

La Pimentosa comió abundantemente, como solía hacerlo, y antes de dormir la siesta mandó al fenómeno que bajase para ver si Tablas estaba en la taberna de la calle de las Maldonadas. Malísimo humor tenía la señora por aquella tardanza de su hombre, aunque acostumbrada estaba a tales ausencias y a otras mayores.

Los servidores de la catedral sentábanse en torno de la máquina de coser, esperando en vano que bajase el maestro, satisfechos, ya que no le veían, de estar cerca de él, mirando su asiento abandonado y conversando con la muchacha, que se expresaba con ingenua admiración al hablar de su tío. El maestro de capilla alegrábase al ver que le visitaba de nuevo Luna. Era su único admirador.

»Como castellano, mi tío sentíase lisonjeado con esta visita y recibió alegremente a sus nuevos huéspedes; parecía inquieto, y en su orgullo español se apresuraba para ejercer dignamente los deberes de la hospitalidad. Díjome que bajase al salón para recibir a aquellos señores y hacer los honores de la casa.

Este mañana, ¿cuándo es? Examino la fecha. ¡Este telegrama está puesto hace dos días! ¡Sarrió está en Madrid! Aquí no tendría que poner un solo signo admirativo, sino seis u ocho. ¡Sarrió ha llegado a Madrid sin que yo bajase a la estación a recibirle! Y se pasea por estas calles sin que yo le acompañe.

Yo que esperaba que bajase el agua para pasar, probé en este intermedio el agua y la hallé casi dulce, y no quedándome la menor duda que por allí desaguaba el Colorado, ó á lo menos alguna porcion de él, tiré algunos tiros llamando al contra-maestre y marineros, los que volvieron, habiendo bebido agua dulce en el dicho rio.

No había ningún coche vacío, pero en uno estaba solamente una persona, y a él subieron. Partió el tren al instante. El viajero les miró distraídamente, con poca curiosidad, figurándose tal vez que eran hermanos. Sin embargo, al cabo de unos momentos la joven pidió a su confesor que le bajase la maleta de la rejilla para sacar un pañuelo.