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Escuché su discurso en actitud contrita y humillada, querido cura, pero al final, que fue muy bien dicho, mi carácter indómito dio a la razón un cuerpo desairado, una nariz larga, romana, y una fisonomía seca y desabrida: este personaje se parecía a mi tía de tal modo, que incontinenti tomé ojeriza a la razón. Tal ha sido el resultado de la elocuencia desplegada por mi tío.

Y pues que á la instrucción moral se empeña, No traiga para ejemplos de la vida Lo que algún delirante enfermo sueña; Que ni la plebe es bien que se despida Después que te prestó grato silencio, Si no desesperada, desabrida. Fúndate en verosímiles acciones, No en la selva al delfín busquen las redes, Ni al jabalí en el piélago á los canes, Pues que en sus patrias oprimirlos puedes.

La frutilla es como las aceitunas pequeñas, y tiene su hueso como aceituna. Los paraguayos comen esta fruta, aunque me pareció bien desabrida. Seria bueno que probasen si de ella se podia sacar aceite: y tambien si prendian en los tarumas los injertos de olivo. Establecimientos de Cuyabá y Mattogroso.

Quería la infeliz desechar las ideas que la volvían loca, aquellas emociones contradictorias de la piedad exaltada, y de la carne rebelde y desabrida; quería palabras dulces, intimidad cordial, el calor de la familia... algo más, aunque la avergonzaba vagamente el quererlo, quería... no sabía qué... a que tenía derecho... y encontraba a su marido declamando de medio cuerpo arriba, como muñeco de resortes que salta en una caja de sorpresa.... La ola de la indignación subió al rostro de la Regenta y lo cubrió de llamas rojas.

Sólo D.ª Trinidad, señora de gran puntillo y amiga de imponer su voluntad a todo el mundo, se opuso fuertemente y se retiró desabrida de la reunión. Pasáronse las damas sin su concurso, y fijando una cantidad mensual, que abonarían a escote, mandaron el chico al seminario de Lancia, capital de la provincia donde nos hallamos.

BEAUVALLON. ¡Qué desabrida eres...! ¡Así recibes a tu antiguo compañero, a tu interlocutor en «La Caja Fauré»...! LA CHOUTE. ¡No tengo tiempo de charlar, amigo mío...! ¡Vuelve más tarde, a las seis, cuando esté cerrada la tienda...!

Matildita dio cien vueltas en torno mío, como una gata mimada, intentando averiguar si me sentía enfermo, como decía, o bien me hallaba bajo el peso de uno de esos dolores morales que, por desgracia, ¡ay!, ella tan bien conocía. No le fue posible, y quedó grandemente desabrida. Encerreme en mi cuarto y me puse a escribir una carta a Gloria, que me resultó de nueve pliegos y una cuartilla.

Acudió el gentío a la Torre del Oro a ver la flota, y entre las damas que estaban en los estrados que para ellas se habían puesto junto a la orilla, asistía mi madre, que era una hermosa doncella de veinte años, y tan desamorada y esquiva, que no parecía sino que el amor no alentaba para ella, según que era de desabrida con todos los que se rendían a los encantos de su hermosura.

Pero ¡ay del monasterio, y de todos los institutos monásticos, si el viajero se hubiese encontrado con un huésped de mal talante, de conversacion seca y desabrida, poco aficionado á bellezas literarias y artísticas, y de humor nada bueno para acompañar curiosos!

No, no es tarde; me dijo la menor, Teresa, una rubia desabrida y vana, nunca es tarde para los enamorados.... ¡Cállate! ¡Cállate mujer! ¡Qué dirá el señor! exclamó su hermana, la pianista, una morena vivaracha y parlera. Déjela usted, Luisa.... ¡Que diga lo que quiera!... Veamos: ¿a qué viene eso de los enamorados?