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Actualizado: 8 de junio de 2025


Así lo hace, apareciéndosele entonces el dios Neptuno, que la hace volver á su casa, después de revelarle que ella y no otra, es la buscada Florentina, y Justo, hijo de Pascual Crespo; y concluye favoreciendo el casamiento de ambos. Esta fábula, seca y desabrida, manifiesta bien á las claras la falta de gusto de Lope de Rueda.

Leía, pues, don Víctor a Calderón, sin cansarse, y próximo estaba a ver cómo se atravesaban con sendas quintillas dos valerosos caballeros que pretendían la misma dama, cuando oyó tres ladridos lejanos. «¡Era Frígilis!». Doña Ana tardó mucho en dormirse, pero su vigilia ya no fue impaciente, desabrida. El espíritu se había refrigerado con el nuevo sesgo de los pensamientos.

Me ayudaréis a elegirlo ... y me lo pagaréis. Hablaba en tono alegre y afectuoso: no parecía la misma criatura desabrida y mal humorada que hemos visto en su hotelito del barrio de Monasterio. Sin duda, todo el mal humor lo reservaba para Salabert. ¡Esto es bueno! exclamó Castro dignándose sonreír levemente . ¿Nos pides joyas a nosotros cuando tienes en tu casa el bolsillo de Salabert?

Muy otra debió de parecer a la desabrida marquesa su hija cuando ésta estrenó las primeras galas del hatillo que apresuradamente la hicieron al llegar a Madrid, porque se dejó oprimir entre sus brazos sin protesta, y hasta besar con estruendo en la mejilla.

Para que su gran delito le sea perdonado, tendrá usted que hacer firmísimo propósito de enmienda y prometerme que nunca, nunca, con ningún motivo, dirá usted a Belarmino una palabra desabrida ni le mentará la hija, más que hija, aunque no lo sea de la carne que usted le ha hecho perder. Xuantipa salió, en efecto, anonadada, con el espanto metido en el cuerpo para lo que le restaba de vida.

Este joven, descolorido, imberbe y peinado untuosamente, posee la gentileza usual en cualquier otro de su especie; es deplorablemente rubio y delgado; sus ojos, de un azul de porcelana, tienen una expresión desabrida, que equivale a falta de expresión.

Francamente, yo no considero como ingénito aquel iracundo temperamento, sino, antes bien, creado por los disgustos que la ocasionó la desabrida profesión de su esposo; y es preciso confesar que no se quejaba sin razón, pues aquel matrimonio, que durante cincuenta años habría podido dar veinte hijos al mundo y a Dios, tuvo que contentarse con uno solo: la encantadora y sin par Rosita, de quien hablaré después.

Cuando Antonia se quedaba en su cuarto y Amaury preguntaba por ella, bastaba aquella simple muestra de interés debido a la amistad para provocar una respuesta agria y desabrida. Cuando Antonia estaba presente y a Amaury se le ocurría mirarla, poníale mala cara Magdalena, y le hacía bajar con ella al jardín.

En cambio, con las que sabía que la querían y la admiraban gustaba de aparecer desabrida para que no la tuviesen en mejor concepto del que merecía.

Trabaja con encarnizamiento; poco a poco van llegando las demás señoritas con sus cajas de colores. Llega la señorita Elsa Metra, apodada «¡Esperémosle!», muchacha desabrida y bastante clorótica. Luego llega la señorita Inés Perrée, hija única de la Casa Perrée, de pastas al por mayor; es una morenita muy inquieta, más bonita que fea.

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