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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Tenía el pelo de un negro azulado por lo intenso, el rostro de una palidez clorótica, los pómulos salientes, algo caídos los labios, y los ojos de un mirar despreciativo y lánguido como de heroína de novela que no ha encontrado todavía su ideal en la tierra.
Las afecciones hidrópicas que resultan del empobrecimiento de la sangre por evacuaciones sanguíneas y humorales escesivas, como la hidroemia clorótica en las mujeres que han padecido metrorragias; el edema local y la anasarca con palidez, debilidad, hinchazon y tension del vientre, diarrea, orinas sedimentosas, son del dominio de la quina.
Trabaja con encarnizamiento; poco a poco van llegando las demás señoritas con sus cajas de colores. Llega la señorita Elsa Metra, apodada «¡Esperémosle!», muchacha desabrida y bastante clorótica. Luego llega la señorita Inés Perrée, hija única de la Casa Perrée, de pastas al por mayor; es una morenita muy inquieta, más bonita que fea.
Rosita era graciosa, pero desmedrada y clorótica, de color de marfil. Llamaba la atención su peinado en sortijillas, batido, engomado y puesto con muchísimo aquel. «¿Pero qué hace usted, mujer, con esa pintura?» preguntó Guillermina a Nicanora. Soy lutera.
Su piel era lustrosa, fina, cutis de niño con transparencias de mujer desmedrada y clorótica. Tenía el hueso de la nariz hundido y chafado, como si fuera de sustancia blanda y hubiese recibido un golpe, resultando de esto no sólo fealdad sino obstrucciones de respiración nasal, que eran sin duda la causa de que tuviera siempre la boca abierta.
Palabra del Dia
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