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Actualizado: 8 de junio de 2025
Las niñas más recatadas, y hasta las más parecidas a muñecas de resorte, hacían pensar en la mujer que traían debajo de aquellos vestidos vulgares y de aquella educación falsa y desabrida. Ana, a las dos de la mañana se levantó de su silla por vez primera y consintió en dar una vuelta por el salón, en un intermedio del baile.
De tarde en tarde, en tiempo, el médico subía de Sacramento: preguntaba por la criatura de Magdalena, como llama a Juan, y cuando se marchaba, solía decir: «Magdalena, es usted un portento: Dios la bendiga», y después de esto, no me parecía la vida tan triste y desabrida.
Apareció en la puerta una enorme barba a la cual estaba pegado un hombre. De entre aquel enorme vellón castaño salió una voz seca y desabrida que dijo: El chocolate. En seguida, Sr. Zagarramurdi. Tome usted esta carta que han traído para el Sr. D. Carlos. ¿Qué tal está hoy? Mal respondió el de la barba dando media vuelta y desapareciendo por donde había venido.
Circunscribiéndose a la época en que vive, no repara en diferencias sociales: siendo limpia y bonita, requiebra con igual placer a una menestrala que a una dama, y posee arte tan exquisito para lograrlas, que la más arisca y desabrida se convierte con sus halagos en complaciente y mimosa, infiltrándoles a todas en el alma, como veneno que voluntariamente saborean, aquel consejo de la Celestina: «Gozad vuestras frescas mocedades; que quien tiempo tiene y mejor le espera, tiempo viene que se arrepiente.»
La dignidad y el espíritu humilde reunidos, hacen de los alemanes unos seres complacientes y formales, que yo prefiero con mucho á la falsa é interesada cortesía de los franceses, á la seca y desabrida aspereza de los ingleses, y á la humillante insinuacion de los italianos.
Antes de que pudiera comprender que todo aquel centellear de vidrios procedía de los colgajos de la lámpara del comedor, iluminados por una vela que acababa de encender Doña Paca para revisar los cuchillos que de la casa de préstamos acababa de traerle Juliana, apareció esta en la puerta del comedor, y cortando el paso a la pobre vieja, le dijo entre risueña y desabrida: «Hola, Nina, ¿tú por aquí? ¿Has parecido ya?
Era éste de condición tan desabrida y dura que su hija por no aguantarle se metió monja y su hijo le robó y huyó a Italia. Sus cuadros reflejaban su carácter: pintaba con extraordinario vigor, sin imitar a los que habiendo estado en Italia volvían entusiasmados con la gracia y la elegancia de las escuelas romana y florentina.
De todos modos cierto es, porque hay personas que lo certifican, entre ellas mademoiselle Amelie, el aya de Clara, que un día porque le ganó dos partidas de tennis ella le llamó antipático, le dijo que no le quería y se fue muy desabrida y que él entonces desahogó su pecho en el de la citada mademoiselle y lloró a hilo como un buey.
Era muy capaz de un sentimentalismo vago que, como esas mujeres, tomaba por exquisita sensibilidad, casi casi por virtud. Pero esta virtud para damas se rige por leyes de una moral privilegiada, mucho menos severa que la desabrida moral del vulgo.
Los ojos pequeños, la nariz agarbanzada y la desabrida sonrisa del capellán apenas se abrían paso por tan enmarañado bosque de pelos. La boina blanca caída de un lado parecía impedir con su peso que el cabello, no menos áspero que la barba, tomase la dirección del techo, como un escobillón que se cree ciprés.
Palabra del Dia
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