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Interrogado el Padre Ambrosio tan de improviso y de manera que hacía imposible toda respuesta ambigua, permaneció en silencio y como quien duda y cavila sobre lo que le incumbe contestar y sobre la forma en que la contestación ha de ir expresada, para que implique la justificación o la disculpa al menos.

Apeles empieza ya á caer en la cuenta, cavila sobre la metempsícosis de Pitágoras y de los indios, y sospecha que el alma de Zoe, de Febe y de Pérsida, era la misma y que ahora está encarnada en su nieto. Si he decir la verdad, esto me repugna más que nada.

No me han enseñado nada dijo María con inocencia pero yo, cavila que cavilarás, he ido sacando de mi cabeza muchas cosas que me consuelan, y así cuando me ocurre una buena idea, digo: «esto debe de ser así, y no de otra manera». Por las noches, cuando me voy sola a mi casa, voy pensando en lo que será de nosotros cuando nos muramos, y en lo mucho que nos quiere a todos la Virgen Santísima.

Pero, considerándome yo como vulgo, como profano, todavía he creído que, si no útil, al menos podría ser entretenido y curioso el exponer lo que cavila el vulgo, lo que alambica y divaga sobre el particular. Así es que me he hecho eco fiel del vulgo en esta meditación, adornándola con algunas sentencias morales sacadas de la lectura de los filósofos.

Reina, no saldrá de aquí. Pero, señora replicó el cura que se acaloraba, os repito, que es urgente. Reina está triste, su imaginación es rápida y cavila mucho, estoy cierto que se cree enamorada del señor de Couprat. Poco me importa eso repuso mi tía, que era incapaz de comprender las razones del cura.

Sin embargo, un día le enteran de que allá, muy lejos, en Roma, «cuando llevan el Sacramento a los enfermos no lo llevan con la reverencia que es razón». ¿Podré pintar su desconsuelo? Doña Teresa cavila y se desazona; ella estaba ya un poco tranquila, y ahora vuelve a sentirse angustiada. ¡No; eso no puede continuar de ese modo!

Se ha dicho que más cavila un pobre que cien abogados, y hay quien cavila más que cien pobres y cien abogados juntos: cualquier muchacho haragán que se ve con un libro delante, clavado en un banco.

En el Reloj eterno vales mil veces menos que un segundo del horario del hombre. En lo pequeño no hay algo a lo que puedas compararte; un "algo" es colosal; ¡aun eres menos! La Juventud cavila: "¡Eres el triunfo de mi placer; apoteosis regio de la procreación, en tu holocausto flotarán nuevos seres de mi cuerpo... e iré unciendo tus días y tus horas con cadenas de flores y de besos!"