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Capítulo LII. Donde se cuenta la aventura de la segunda dueña Dolorida, o Angustiada, llamada por otro nombre doña Rodríguez

Al abrir otra vez sus ojos, un rayo de sol deslizándose por el ventanuco trazaba un cuadrilátero de oro en la pared, dando un regio esplendor á las telarañas colgantes. Alguien removía la barricada de la puerta. Una voz de mujer, tímida y angustiada, le llamó repetidas veces. Señor, ¿está usted ahí?

¡Quién lo había de creer!... Al oír esto la niña, apagóse en sus labios la sonrisa, como una luz que mata de repente una ráfaga de viento; cruzó las manos angustiada, miró a su madre con espanto y se echó a llorar a lágrima viva, con el corazón encogido... Pero ¡vaya por Dios, vida mía! exclamó Currita estupefacta . ¿A qué viene ese llanto? ¿Es que no quieres venir?

Rosalía denegaba enérgicamente con la cabeza y con la voz... «Hija mía, usted se hace ilusiones. Mi marido no tiene un cuarto. Y si lo tuviera, no lo daría. Usted no le conoce...». A esta razón terminante opuso la angustiada señora otras que denotaban su perspicacia y los infinitos recursos de su ingenio. Que D. Francisco tenía era un punto inconcuso, superior a todas las dudas.

Momentos después cabalgaban ambos señores y la dama entre ellos, escoltados por el joven Pleyel. Habíase retardado Roger en el mesón llamando á los arqueros, cuando oyó una voz angustiada pidiendo favor á gritos.

Apenas me vio la respetable y repulida viuda, se puso de pie y exclamó terriblemente angustiada: ¡Oh, señor Greenwood, señor Greenwood! ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo vamos a tratar a esta gente detestable? La pobre Mabel salió esta mañana y se dirigió en el bróugham a la estación Euston. Allí le entregó esta carta a Peters, dirigida para usted, y luego despachó el carruaje. ¿Qué significará todo esto?

Oyeron en seguida el golpe de los talones del aldeano al echarse fuera de la cama. Rosa, que apretaba convulsivamente la mano de Andrés conteniendo el aliento, al sentirlo se estremeció fuertemente y exclamó con angustiada voz: ¡Madre del alma, que va a ser de ! Y ambos por un movimiento súbito se levantaron del escaño y dieron algunos pasos hacia la puerta.

¿Que no se las quieren comer? repuso el paisano. ¡Anda, anda! ¡Pues si no las guardases bien, ya darían buena cuenta de ellas! ¿verdad, D. Andrés? Tiene usted unas hijas muy guapas dijo éste, ya sereno. Pero la que más le gusta a usted es Rosa. ¡Padre! volvió a exclamar la chica con voz angustiada. Verdad que ... Pero como yo no le gusto a ella, no tendrá usted necesidad de poner garduñas.

¡Oh patria idolatrada, cuanto más afligida y angustiada te vemos te amamos más y más: no pierdas la esperanza; de la profunda herida siempre brotará sangre, mientras tengamos vida, nunca te olvidaremos: ¡jamás, jamás, jamás! Octubre, 1897.

Se había sentado sobre el borde de la cama y con la mirada fija en el suelo permaneció algunos minutos inmóvil, abstraído. Clara le contemplaba con expresión ansiosa que por momentos se iba haciendo más dolorida. ¡Es raro! ¡es raro! murmuró al cabo como si se hablase a mismo. ¿El qué es raro, Tristán? profirió ella con voz angustiada que parecía haber pasado entre sollozos.