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33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén. 1 Os encomiendo empero a Febe, nuestra hermana, la cual está en el servicio de la Iglesia que está en Cencrea; 2 que la recibáis en el Señor, como es digno a los santos, y la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mismo. 3 Saludad a Priscila y Aquila, mis coadjutores en el Ungido Jesús;

El alma de Zoe ó de Febe, alma comodín que se adapta á todos los palos como la espada y el basto en el tresillo, ha tenido ya tiempo de transmigrar y se halla infundida en el cuerpo de una grave matrona, severa y llena de virtudes, mujer legítima de Apeles. Pérsida es su nombre.

Apeles empieza ya á caer en la cuenta, cavila sobre la metempsícosis de Pitágoras y de los indios, y sospecha que el alma de Zoe, de Febe y de Pérsida, era la misma y que ahora está encarnada en su nieto. Si he decir la verdad, esto me repugna más que nada.

Es inevitable el frió beso de Perséfone para surgir alegre en otra verde primavera y recibir los besos de la áurea Afrodite. Tal es la enseñanza del drama. Su desenlace es patético. En Palmira hay una santa mujer llamada Zenobia, portento de caridad, consuelo y amparo de los afligidos y menesterosos. Apeles la ve. Y ella le reconoce y él reconoce en ella á Zoe, á Febe, á Pérsida y á su nieto.

Pérsida tiene espantosa lucha en el fondo de su alma, donde combaten por un lado el amor á su marido y por otro los más ardientes sentimientos religiosos. Vencen éstos por último, y Apeles se ve abandonado de Pérsida como lo fué de Febe.

Febe entonces dice para : pues me echaré yo antes de que me echen, y se larga con un señor Septimio, que es muy rico y que se la lleva á Roma. Háganse ustedes cargo del furor de Apeles. Cae el telón. Al empezar el tercer acto, han transcurrido unos cuarenta años.

Este nieto es ya un joven gallardo y brioso, que se parece mucho á Zoe, á Febe y á su abuela Pérsida, y que está representado lindamente por la señora Estela Hohenfels, la cual se luce de veras en este drama, representando en cada acto un papel distinto.

La señora Estela Hohenfels, elegantísima, simpática y eminente actriz, que representa el papel de Zoe, de Febe y de Pérsida, en el Teatro Imperial de Viena, da al drama de Wilbrandt gran realce y poderoso atractivo. Todo se complica de un modo tremendo.

Sucede en esto que Apeles, que era muy orgulloso, se pelea con el gobernador, se queda pobre y se aflige al ver que su madre se va á morir de rabia por tener á Febe en casa. Corre, por último, la voz de que las autoridades consideran que la permanencia de Febe en la población causa escándalo y mal ejemplo y que se proponen expulsarla.

Todos sus amigos, enamorados de Febe, le echan piropos, y ella predica sobre placeres con éxito favorable y no con el mal con que predicó el cristianismo cuando era Zoe. Febe, no obstante, se aburre en aquella remota población y suspira por Roma.