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De vez en cuando tiraba los platos al fondista, respondía prontamente a los insípidos chistes de los huéspedes, y producía en la clase del domingo una sensación tan en absoluto contraria a la monotonía y placidez ortodoxa de aquellas instituciones, que por respeto y deferencia a los almidonados delantales y moral inmaculada de los dos niños de cara sonrosada y blanca de las primeras familias, el reverendo señor no tuvo más remedio que expulsarla.

Las grandes se estremecen de cólera, beben en los raudales que se escapan del pozo, se alejan para dar un paseo inútil por las ramas y regresan, cada vez más inquietas y agresivas. Al fin, atacan á la dueña de la fuente, pretendiendo expulsarla para aprovecharse de su trabajo. Muerden al músico en el extremo de sus patas, le tiran de las alas, montan sobre su dorso para pellizcarle las antenas.

Si alguna potencia extrangera intentase establecerte en esta costa, no despreciaría el puerto de San José, no solo por lo que llevo expuesto, mas porque podria entrar en él con mayor número de navios, para con ellos poder hacer oposicion, cuando se intentase expulsarla de allí: por ser natural que no emprendiese una conquista en país ageno, sin fuerzas suficientes para sostentarla.

Tuvo que contenerse para no gritar, y salió del templo. Su cuñada no tenía derecho á arrodillarse entre aquellas gentes. Debían expulsarla murmuró indignado . Coloca á Dios en un compromiso con sus oraciones absurdas.

Sucede en esto que Apeles, que era muy orgulloso, se pelea con el gobernador, se queda pobre y se aflige al ver que su madre se va á morir de rabia por tener á Febe en casa. Corre, por último, la voz de que las autoridades consideran que la permanencia de Febe en la población causa escándalo y mal ejemplo y que se proponen expulsarla.

Le inspiraba miedo la hermosura de esta mujer; estaba estremecido aún por el contacto de las firmes redondeces que acababa de rozar durante la corta lucha. Su virtud soñolienta había sufrido el tormento de una resurrección sin objeto. «¡Ah, no!... Que se encargasen otros de expulsarla

; , señor; será necesario expulsarla á todo trance de palacio... es... perdone vuestra majestad... una intriganta... una enemiga á muerte del duque de Lerma, de ese grande hombre, del mejor vasallo de vuestra majestad. Pero en resumen... ¿el estar la reina con esa mujer impide...? ¿No es éste un refugio vuestro, doña Juana?

Iba con la certidumbre de encontrarla en tal o cual parte; pero al llegar, la imagen que llevaba consigo, como hechura de sus propios ojos, se desvanecía en la realidad. «¡Parece que donde quiera que voy decía con profundo tedio llevo su desaparición, y que estoy condenado a expulsarla de mi vista con mi deseo de verla!». Decíale Villalonga que tuviera paciencia; pero su amigo no la tenía; iba perdiendo la serenidad de su carácter, y se lamentaba de que a un hombre tan grave y bien equilibrado como él le trastornase tanto un mero capricho, una tenacidad del ánimo, desazón de la curiosidad no satisfecha. «Cosas de los nervios, ¿verdad Jacintillo?