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Le bastó a Fermín anunciarse, para que le hiciesen pasar al despacho del señor. Un criado descorrió las cortinas de las ventanas para que entrase toda la luz de la tarde. Don Pablo, apoyado en la pared, inclinábase ante la bocina de un aparato telefónico, manteniendo el receptor en el oído.

¡Soy republicano!... ¡soy republicano! repitió con energía, como si luego de dicho esto no necesitase añadir más. Ferragut, no sabiendo qué contestar á su entusiasmo simple y sólido, se entregó á la cólera. ¡Márchate, bruto!... ¡No quiero verte, mal agradecido! Yo haré las cosas solo: no te necesito. Me basto para llevar el buque allá donde me plazca y cumplir mi santa voluntad.

Don Juan recordaba perfectamente las repetidas veces en que Julia le habló de su amo tratándole de grosero, basto y a la pata la llana. Pensándolo bien, estas confidencias de la niñera podían servir de base a las conjeturas en que ahora le hacían caer las frases del estanquero; todo indicaba que sólo el interés, pero un interés poderosísimo, había determinado la boda.

Aunque no dió el nombre de lo que había visto, bastó el tono de su voz para que Morales adivinase á quién se refería. Era el caburé. No podía ser otro. Los dos hablaban con frecuencia de él.

M. de Larnac saltó del coche para referir lo que había pasado en la audiencia del Tribunal de Souvigny. Al principio dijo, todo salió a pedir de boca. El castillo se le adjudicó a M. Gallard, en seiscientos mil cincuenta francos. No apareció un solo competidor, de manera que le bastó un aumento de cincuenta francos. En cambio una pequeña batalla por Blanche-Couronne.

Pensó, después de esto, si su felicidad consistiría en casarse con un boxeador campeón del mundo; pero le bastó presenciar un encuentro entre dos hombres medio desnudos, que parecían dos fardos de músculos barnizados de sudor, para renunciar á tal idea. ¡Ay, el hombre célebre! ¿Dónde encontrarlo?... ¿En qué debía consistir su celebridad?...

El doctor había sido ministro en su país, y esto bastó para que el hombre de mar, inclinándose sobre sus piernas cortas con una galantería versallesca, ofreciese su brazo a la matrona argentina. Tras de ellos se formó la fila de parejas, escogiéndose unos a otros según anteriores preferencias o al azar de la proximidad con bizarros contrastes que provocaban risas y gritos.

Un mes de cama bastó al poeta para curarse. También se cumplió, como no podía menos, la otra previsión.

Dicho esto, bajó muy ligera, procurando no ser vista. El joven sintió más encendida su gratitud hacia aquella señora, que ya había hablado en su defensa la noche anterior. Al poco rato volvió la devota trayendo un desayuno que, aunque escaso, bastó para reponer al hambriento. Mi hermana no lo llevará á mal dijo; pero no se lo diga usted.

, querido, ; hablo de veras respondió la dama con la misma sonrisa triste y protectora. ¡Eso no puede ser!... ¡no puede ser! profirió él con energía, levantándose del asiento y mirándola colérico y espantado al mismo tiempo. Aquella mirada bastó para remover la soberbia de Clementina. ¡Vaya si puede ser! replicó en tonillo irónico que resultaba en aquella ocasión de una crueldad feroz.