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Publica una traducción de los dramas de Shakspeare y me pide que escriba yo un breve prólogo. Esta distinción honrosa, este aprecio que de hace D. Jaime Clark, me lisonjea por extremo; pero el apuro no es menor para . ¿Cómo, por breve que el prólogo sea, he de prescindir del autor traducido y he de limitarme a juzgar la traducción solamente?

Entre la multitud de personajes aislados, ora históricos, ora contemporáneos, se distinguen principalmente, por su interés ó por el mérito artístico de las figuras: Guttemberg, meditando en su invento; Shakspeare, sombrío y burlon al mismo tiempo; Pedro el Grande, en su traje de carpintero en Holanda; Newton, ideando su admirable sistema del mundo físico; Voltaire, con su fisonomia de zorra, su sonrisa irónica y su mirada de apóstol; Rousseau, pensativo y dulce como la idea de redencion que le dominó; Walter Scott, con su actitud tranquila, como la poesía risueña que inspiró su gran genio; Byron, sombrío y lanzando de su ojo de fuego algo como la luz del rayo ó como las revelaciones de un poema terrible.

Nuestras alabanzas a Cervantes son tibias en comparación de las que se han dado a Shakspeare en Inglaterra. Por lo demás, mucho parecido en todo: hasta en ciertos infantiles y candorosos regalos que lo mismo se han hecho por allá a Shakspeare, que a Cervantes por acá.

Ambos han resultado filósofos, médicos, abogados y buenos oficiales o maestros en casi todos los oficios; pero en verdad, ambos eran ingenios legos, y Shakspeare más que Cervantes, si bien todo lo sabían por penetración, por viveza de ingenio, por agudeza y perspicacia en la serena mirada para observarlo, abarcarlo y comprenderlo todo a primera vista.

No se me oculta, sin embargo, que han existido escritores, como Shakspeare y Molière, capaces de llegar, no en una, sino en muchas de sus obras, á un grado supremo de perfección; pero obsérvese que Shakspeare y Molière no inventaban sus argumentos, los tomaban donde bien les placía.

Fausto, Margarita y Mefistófeles, y Werther y Carlota, en la literatura alemana, y sólo D. Quijote, Sancho, Dulcinea y D. Juan Tenorio, en la española, son los personajes que por la notoriedad, la fama, y el fulgor glorioso, pueden compararse a los personajes de Shakspeare, en las otras literaturas europeas.

Para responder a estas preguntas, para decidirme por cualquiera de estos términos, necesitaría yo mucho tiempo, larga meditación y escribir luego un tomo y no algunas páginas. Aun así no con certeza si cesaría mi vacilación y me aventuraría a dar un fallo definitivo. Sea como sea, y sin dar el fallo, nadie niega que Shakspeare es un ingenio de primer orden. Ni Voltaire ni Moratin lo negaron.

Muchísimas veces me ha dolido ver escritores de gran talento ejercitarlo en asuntos ingratos, y he deplorado que les hubiese faltado el valor de Shakspeare y Molière para «tomar su bien donde lo hallaren». Este miserable temor de tratar asuntos ya tratados no lo conocieron los antiguos.

Ha dicho un discreto, que en literatura, no sólo se disculpa, sino que se glorifica el robo cuando le sigue el asesinato. Shakspeare sabía esta máxima, y no dejó de asesinar a cuantos robó. De los autores robados nadie se acordaría si no hubieran sido robados.

Singular sería que siendo Shakspeare tan adorado entre los extraños, lo fuese menos entre los propios; entre los ingleses, que son tan patriotas. En Inglaterra ha tenido el gran dramático multitud de biógrafos, críticos, comentadores y panegiristas. Los que en España han escrito sobre Cervantes son en número cortísimo comparados con los que en Inglaterra han escrito sobre Shakspeare.