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Uno de ellos, reo de dos muertes, y que en el tumultuoso desórden de la doctrina de Tatasi habia tomado y maltratado á su cura dentro de la iglesia, con fuertes golpes, y por varias veces le habia puesto el cuchillo á la garganta para degollarle, amaneció muerto el dia que se habia de verificar en su persona el último suplicio, de lo que inmediatamente se dió parte al Comandante, quien la tarde antes le habia tomado la declaracion, sin notarle indisposicion alguna: y creyendo que aquel accidente le nacia de algun efecto de desesperacion ó de descuido, mandó se le reconociese; lo que egecutado, le hallaron el brazo y mano con que habia cometido el sacrilegio, enteramente descarnado el hueso, como si fuese de un esqueleto de muchos años, y la manga de la chupa llena de gusanos: de todo lo que enterado Reseguin, dispuso se colgase en la horca, y que el cura explicase al numeroso concurso que estaba presente, el orígen y las causas de aquel portento.

Y pensó, sin querer, en medio de sus angustias, que no podemos figurarnos ni describir los que no pasamos por ellas: «Esto es lo que en las tragedias se llama la catástrofe». Y más pensó, a pesar de lo apurado de la situación: «En las óperas podemos decir que también hay catástrofes»; y se acordó de la Norma, que era su mujer; y de Adalgisa, que era la tiple; y de Polión, que era él; y del sacerdote, que era Nepomuceno, encargado sin duda de degollarle a él, a Polión.

UN HOMBRE. Decid, comadres, ¿veis al gitano? PEPA. ¡Ah! será el hijo de alguna víctima del reo... Pero, ya está aquí... ¡Qué alegría, Virgen santa! Desde el día de mi primera comunión, nunca había estado tan contenta... MUCHAS VOCES. ¡Muera! ¡perro maldito! ¡muera el gitano! UN HOMBRE. Doy veinte escudos por reemplazar al verdugo. OTRO. Yo cuarenta, pero quiero degollarle, que se vea su sangre.

El pobre vulgo no sabía lo que le había sucedido: pasó esto, y hice mi entremés de bobo, dije la coleta del huevo, y llegóse el punto de matar al triste Abel, y olvídaseme el cuchillo para degollarle, y quítome la barba y degüéllole con ella. Levántase la chusma, y empieza á darnos grita; supliquéles perdonaran nuestras faltas porque aún no había llegado la compañía.