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Compró, sin regatear, la canastilla, encomendó a los tapiceros la tarea de alhajar el cuarto de su señora, encargó un coche nuevo, eligió dos caballos alazanes de la más rara belleza, y aligeró la publicación de las amonestaciones. El banquete de despedida de soltero que ofreció a sus camaradas, inscrito está con letras de oro en los fastos del Café Inglés.

Este hecho aunque de fecha recientísima, no me parece que debia omitirlo en la historia de la ALJAFERIA, porque formará época en los fastos de este alcázar.

Las actas de estas asambleas, en que el pueblo tomó por primera vez la actitud de un soberano, atestiguan su noble y juiciosa comportacion. ¡Cuan pocos monumentos de esta clase nos ofrece la história! Estos tránsitos repentinos de la servidumbre á la libertad están trazados con caractéres de sangre en los fastos de todas las naciones, sin excluir las mas ilustradas.

Esa fuerza de voluntad que da valor en el combate y fortaleza en el sufrimiento; que triunfa de todas las resistencias, que no retrocede por ningun obstáculo, que no se desalienta con el mal éxito, ni se quebranta con los choques mas rudos; esa voluntad, que segun la oportunidad del momento, es fuego abrasador, ó frialdad aterradora; que segun conviene, pinta en el rostro formidable tempestad, ó una serenidad todavía mas formidable; esa gran fuerza de voluntad, que es hoy lo que era ayer, que será mañana lo que es hoy; esa gran fuerza de voluntad sin la que no es posible llevar á cabo arduas empresas que exijan dilatado tiempo; que es uno de los caractéres distintivos de los hombres que mas se han señalado en los fastos de la humanidad, de los hombres que viven en los monumentos que han levantado, en las instituciones que han establecido, en las revoluciones que han hecho, ó en los diques con que las han contenido; esa gran fuerza de voluntad que poseian los grandes conquistadores, los jefes de sectas, los descubridores de nuevos mundos, los inventores que consumieron su vida en busca de su invento, los políticos que con mano de hierro amoldaron la sociedad á una nueva forma, imprimiéndola un sello que despues de largos siglos no se ha borrado aun; esa fuerza de voluntad que hace de un humilde fraile un gran papa en Sixto V, un gran regente en Cisneros; esa fuerza de voluntad que cual muro de bronce detiene el protestantismo en la cumbre del Pirineo, que arroja sobre la Inglaterra una armada gigantesca, y escucha impasible la nueva de su pérdida, que somete el Portugal, vence en San Quintin, levanta el Escorial, y que en el sombrío ángulo del monasterio, contempla con ojos serenos la muerte cercana; miéntras

No sólo el gobierno ha organizado un sistema de educación eficiente, sino que lo ha extendido por todo el Archipiélago de una manera tan general que algunas naciones de Europa que citan continuamente los fastos de su pasada historia, querrían muy bien para ellas; no solamente los filipinos encontramos en las escuelas laicas los elementos necesarios para nuestra instrucción y nuestra educación de manera que podemos ser individuos útiles a nosotros mismos y cooperar en la administración de los asuntos públicos, sino que las escuelas y colegios privados del antiguo régimen han mejorado, se han transformado, se han puesto a la altura que debían, siguiendo la norma dada por el gobierno; negar esto es declararse ciego.

En seguida clavó su vista en la Crónica parlamentaria; y entonces estuvo a pique de morirse de repente, al leer, entre otros, nada lisonjeros para él, estos renglones: «La proposición del diputado Peñascales, célebre desde ayer en los fastos parlamentarios, es una verdadera monstruosidad en la forma y en el fondo; y bien seguro es que no hubiéramos dicho de ella lo que dijimos al anunciarla, si la hubiéramos conocido entonces como la conocemos ahora.

Sin este dato, sin esta observacion, sin hallar en las fastos humanos ese fin adorable, esa providencia que triunfa, sin que nadie vea los laureles del triunfo; sin que las cosas se miren así por la razon y por la fe, unidas y hermanadas, no es posible encontrar la filosofía de la historia.

¿Qué oceanos los colores de tu enseña no copiaron? ¿Qué naciones no sintieron el vigor de tu coraje? ¿Qué países tus soldados con su sangre no sellaron y qué historia habrá en el mundo que a tus fastos aventaje? ¿Qué cultura habrá más alta que la tuya tan cristiana? ¿Cuál más dulce que tu idioma, que parece una fontana que hace siglos se desliza sobre un lecho de diamantes?

De aquella escena de destrucción solo quedan algunos restos de la iglesia. También, son fechas memorables en los fastos nefandos de Tiui las de 1857, 1808 y 1849. El cólera y las viruelas causaron en esos años horribles estragos.

Y este es el lugar de decir que, desde fines del siglo pasado, se han verificado dos grandes movimientos en la marcha del mundo; han tenido lugar dos nuevos y trascendentales juicios en el espíritu de los fastos humanos, en ese espíritu que gobernaria la vida del hombre, aunque aquellos fastos no estuvieran escritos en papel; aquel espíritu anterior y providencial, ley eterna de todos los tiempos, eterna moral de todos los pueblos y de todas las razas, del cual el libro histórico no es más que un signo, como el cuerpo no es otra cosa que un signo del alma; aquel espíritu que se reviste de la forma de la literatura, de la imprenta, como nuestro ánimo se reviste de ojos y de frente, por ejemplo: es un ángel vestido de bruto.