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Actualizado: 8 de julio de 2025
Había en su mirar tanta compasión, un interés tan puro y cristiano, que la pobre joven se felicitó interiormente de aquella amistad que le deparaba Dios en momentos de aflicción. Pensándolo así y dando gracias a Dios por un socorro moral de tanta valía, se sintió tocada del deseo de confiarse, de abrir un poco su corazón para mostrar sus penas.
Si hubiera tenido libertad para elegir, no habría preferido otra. No me compadezca usted porque en ella vivo: estoy en mi sitio.» «Escribe usted y eso lo hace porque debía ser. Que guarde usted secreto para quienes le rodean es una timidez que comprendo; y seguro estoy de que ha de sentir el deseo de confiarse a mí.
¡Os ha traído don Francisco!... No creí yo que alguna vez fuese para mí una desgracia mi amistad con Quevedo. ¡Ah! Quevedo es tal que no sólo no puede confiarse en él, sino que tampoco de una persona con quien él haya hablado tan sólo dos veces. Montiño estuvo á punto de decir á la comedianta que Quevedo tampoco se fiaba de ella.
Cuando llegó el momento crítico mostró una bravura que rayaba en heroísmo. Luis quería confiarse a un médico: ella se opuso. ¿Para qué? Con la asistencia de Jacoba le bastaba. El confiar tal secreto a otra persona era peligroso.
¿Me promete usted el secreto?... Se lo prometo... Un secreto inviolable... un secreto de confesión... Excepto para mi confesor dije pensando en usted, mi bueno y piadoso consejero. Luciana reflexionó un instante. Excepto para ese, si usted juzga útil hablarle de ello. Tiene usted mi promesa; pero si tan penoso le es confiarse a mí, ¿para qué decirme más?
Por último, al cabo de un rato acostaron al barco Pepe de Chiclana, su mujer y Soledad. En la subida hubo bastante jarana y no pocos sustos. Las mujeres temblaban de confiarse á la frágil escala. Con el susto no se guardaban siquiera de mostrar las piernas á los marineros que se quedaban en la lancha. Los hombres las embromaban sobre esta despreocupación así que estaban arriba.
El gran Raimundo Lulio amenaza con la condenación eterna a quien los divulgue. La doctrina debe permanecer oculta y sólo transmitirse entre los iniciados por medio de misteriosos símbolos y para el vulgo indescifrables figuras. La llave del tesoro ha de confiarse sólo a quien sea capaz de custodiarla. La ciencia no es un sueño vano.
Lo que antes de confiarse á Lucía había ella percibido en imágenes vagas y como borrosas, había adquirido, en su propia mente, mayor ser, consistencia y determinada figura al formularse en palabras.
Y ahora, ¿desea usted que le diga el nombre de ese joven? No murmuró levantando hacia él sus húmedos ojos; después añadió aturdidamente, con una vivacidad en que se descubría a la vez su contento y su angustia: Usted le ha visto... El es quien le ha hablado de mí... No, él tiene demasiado orgullo para confiarse así a un extraño.
Se ve facilmente que el drama de Manfredo no ha sido nunca destinado a la representacion teatral: cuando mas podria confiarse a los actores de la Pan-hipocrisiada de M. Lemercier. Este drama ofrece numerosas relaciones con el de Faust que analiza madama de Stael con su talento acostumbrado.
Palabra del Dia
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