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Del cacique Martin, un indio tuerto, Era hija la india, y muy hermosa: Por muger se la diò, que andaba muerto Por ella: ¿A quien no mata aquella Diosa? El mozo, como siente el grave tuerto De Mendieta, que es burla muy penosa El cuerno al ojo, hizo á los paganos Matasen

Mendieta pensará ya que le olvido, Por ver que en el Perú ando olvidado; Habiéndole yo mismo prometido Decir aquí cuan mal se ha gobernado. Andaba el sin ventura tan metido, Y en fuego del amor tan abrasado, Que las brasas de amor, y vivo fuego Le tienen convertido en niño ciego.

Salió gritando á voces un soldado Sin saber lo que es; que de costumbre Tenia de gritar; sueltan á Sierra, Y á Mendieta la gente toda afierra. El pobre desque vió como aferraba La chusma de èl, procura escabullirse Con una poca gente que llevaba, Que con él determina de huirse.

Su marido de aquesta preso estaba, Con dos pares de grillos y cadena, Y aunque el Mendieta culpas publicaba, La mayor no pesaba como avena: Y como la muger se recelaba, El alma de temor y miedo llena, Al marido á sus cuestas ha sacado, Y en la iglesia y sagrado lo ha encerrado.

No pasa un día sin que alguna persona se acerque al general Mendieta y le haga saber que partidas de miles de hombres alzados se encuentran rodeando su finca y que han amenazado quemarla; otros que han visto 500 hombres armados hasta los dientes, que se encontraban esperando el paso de un tren, y cuando se ordena la salida de un escuadrón para el lugar en que se ha dicho que estaba la tal partida, resulta que no se ha visto á nadie y que todo se encuentra en absoluta tranquilidad.

Llegó á Sevilla el embajador Baronet Francis Cottington jueves 20 de febrero de 1631 saliendo á recibirle hasta Ecija, donde le encontró, don Juan de Mendieta «por no auer auisado cuando auia de entrar» pagándose á dicho señor 100 reales por el gesto que hizo.

Antiguos, que á Cupido celebrastes Por Dios de amor, con arco y con saeta, Y niño rapacejo le pintastes, Con venda que la vista bien le aprieta; No dudo sino que nos acordastes Que habia de nacer este Mendieta: Que si es ciego el amor y sin sentido, No teneis que buscar otro Cupido.

Mendieta sale al punto como fuego, Y cuando nuestro Sierra no se cata, De la iglesia le sacan sin recelo, Sin dejarle llegar los pies al suelo. Como sacan del templo consagrado A Sierra con aquella pesadumbre, El pueblo todo junto alborotado Acude, y de mancebos muchedumbre.

El general Mendieta ordenó inmediatamente que entrase en juego la artillería; se dieron las órdenes oportunas, y con rapidez y precisión maravillosas las dos ametralladoras y los dos cañones de montaña fueron puestos en batería, y á las cinco en punto de la mañana rompieron simultáneamente el fuego, mientras que los soldados avanzaban en orden de batalla, atronando el espacio con sus gritos de ¡Viva la República!

En este canto se trata cuan mal lo pasaba la gente de Juan Ortiz en San Salvador, y como, ido al Paraguay, muriò, dejando por Gobernador á su sobrino Diego de Mendieta.