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Todos parecían iguales en su construcción, pero los ocupantes los habían modificado con sus adornos. La cara exterior era siempre la misma, cortada por aspilleras en las que había fusiles apuntados hacia el enemigo y por ventanas de ametralladoras. Los vigías, de pie junto á estas aberturas, espiaban el campo solitario, como los marinos de cuarto exploran el mar desde el puente.

El tren estaba repleto de hombres, pequeñas figuras de un gris amarillento que llenaban las ventanas de los vagones y ocupaban las portezuelas y los estribos, con las piernas colgando sobre la vía. Otros se agolpaban en los furgones de ganado ó se mantenían de pie sobre las plataformas descubiertas, entre los carros militares y las ametralladoras enfundadas.

En cambio, de la masa insurrecta surgió de pronto el trac-trac de las ametralladoras, semejante al ruido de las antiguas máquinas de coser, el largo y ruidoso desgarrón de las descargas de fusilería, el puñetazo seco y continuo de los cañones de tiro rápido, y en unos segundos quedaron en el suelo la mayor parte de las tropas del gobierno, huyendo las restantes con un pánico irresistible.

Los dos amigos reconocieron que las fortificaciones subterráneas tenían cierta semejanza con las entrañas de un navío. Pasaron de trinchera en trinchera. Eran las de última línea, las más antiguas: galerías obscuras en las que sólo entraban hilillos de luz á través de las aspilleras y las ventanas amplias y bajas de las ametralladoras.

El sargento Manuel Montalvo, de las ametralladoras hacía funcionar, en unión del soldado Martínez una de aquellas temibles máquinas, que tantas bajas produjeron á los rebeldes.

Mientras beben champaña, los dos capitanes evocan las miserias de su retirada hace unos meses; la lucha con él hambre y el frío; las batallas en la nieve, uno contra diez; el éxodo de las multitudes, personas y animales en pavorosa confusión, al mismo tiempo que á la cola de la columna crepitan incesantemente fusiles y ametralladoras; los pueblos que arden; los heridos y rezagados aullando entre llamas; las mujeres con el vientre abierto, viendo en su agonía una espiral de cuervos que descienden ávidos; la marcha del octogenario rey Pedro, sin más apoyo que una rama nudosa, agarrotado por el reumatismo, y continuando su calvario á través de los blancos desfiladeros, encorvado, silencioso, desafiando al destino como un monarca shakespiriano.

Los críticos germanófilos han combatido con tanto ardor como el más heroico de los soldados alemanes. Fabián Vidal y Manuel Aznar pueden decir el trabajo que costaba desalojar a los críticos germanófilos de ciertas posiciones. Se destruían los últimos nidos de ametralladoras, Ludendorff ordenaba la retirada y los ejércitos aliados avanzaban, pero Armando Guerra no se rendía tan fácilmente.

En una brecha aparecieron kepis rojos, piernas del mismo color intentando pasar sobre los escombros. Pero la visión se borró instantáneamente bajo la rociada de las ametralladoras. Los asaltantes debían caer á montones al otro lado de la pared. Desnoyers no supo con certeza cómo se realizó la mutación. De pronto vió los pantalones rojos dentro del parque.

Eso es una cueva infecta, y los empleados unos infectos, y los que juegan... otros infectos. ¡Todo infecto!... Después de esto se dieron las manos lo mismo que si acabaran de reconocerse. Cuando Miguel, insistiendo en sus buenos deseos, le habló del bombardeo y el desembarco con ametralladoras que llevaba en su imaginación, la duquesa casi aplaudió.

Apenas habíamos probado algunos bocados, cuando dos ó tres partidas aparecieron á distancia y trataron de hostilizar nuestro campamento, pero las dos piezas de montaña les lanzaron veinte granadas y las ametralladoras, que fueron situadas en lo alto del trasbordador de caña, completaron con sus certeros disparos la dispersión de esos grupos que á juicio de todos habían regresado al lugar de la acción con el propósito de llevarse sus muertos y heridos, que habían dejado abandonados.