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Nuestro PEDRO CIRUELO compuso una Obra excelente sobre el uso y significacion de los ritus y ceremonias Eclesiásticas. Despues trató este punto el Cardenal BARONIO. El Autor del precioso libro: Methodus legendorum Ecclesiae Patrum, explicó muy bien este asunto, y últimamente el Papa Benedicto Decimoquarto en su Obra de Sacrificio Missae.

Todos formaban corro en torno de ella. Tiburcio tocaba la vihuela o la flauta, y Teletusa, repiqueteando las castañuelas bailaba como una sílfide. Teletusa era asimismo egregia cantora, no indigna del siglo y de la patria en que la música estaba tan floreciente, merced a Bartolomé Ramos de Pareja, a Pedro Ciruelo, a Juan Anchieta, a Juan de la Encina y a otros insignes compositores y maestros.

El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias. Proseguía Apolonio, sin dignarse, por su parte, mirar a Novillo: He pintado en un poema alegórico la exacta posición de estos amores disparatados, horribles y delincuentes. Delincuentes, , delincuentes, porque.... Pero tente, lengua liviana y maldecida.

Me parece que la Revolución le hizo a usted Ilustrísimo señor.... ¡Hizo un cuerno! Me hicieron mis méritos, mis trabajos, mis... ¡seor ciruelo! Déjese usted de insultos y explique por qué he de ser yo enemigo personal del Provisor. ¿Reparto yo dinero por las aldeas al treinta por ciento?

«Con el cocimiento de le corteza del arbol Layoan tomándolo, es un medio de cortar la sangre por la boca. «Untando en la herida el jugo del arbol Balite sana pronto y revive la carne. «La suciedad que la lengua demuestra por efecto de alguna calentura, se quita enjuagando la boca todas las mañanas con el cocimiento de la corteza del arbol Ciruelo.

Nuestros Españoles, entre los quales son muy señalados LUIS VIVES, PEDRO CIRUELO, y GASPAR CARDILLO DE VILLALPANDO, mucho antes que VERULAMIO escribieron contra la Filosofía de las Escuelas, mostrando su insubsistencia y poca solidéz.

Esto obligó á otro PEDRO HISPANO mas moderno, Clérigo y Teólogo insigne, á enmendar las Súmulas, cuya obra ilustró con Comentarios muy buenos y muy breves nuestro PEDRO CIRUELO, natural de Daròca y Canónigo de Salamanca, uno de los hombres mas bien instruidos en todo género de buenas letras, que tuvo el siglo décimosexto.

Obstruido por el limo, el estanque parecía charca fangosa, acrecentando el aspecto de descuido y abandono de la huerta, donde los que ayer fueron cenadores y bancos rústicos se habían convertido en rincones poblados de maleza, y los tablares de hortaliza en sembrados de maíz, a cuya orilla, como tenaz reminiscencia del pasado, crecían libres, espinosos y altísimos, algunos rosales de variedad selecta, que iban a besar con sus ramas más altas la copa del ciruelo o peral que tenían enfrente.

Estas Súmulas con el Comentario de Ciruelo, son excelentes, y por ellas puede qualquiera instruirse en lo principal de la Lógica de Aristóteles, y entender muy bien el texto de este Filósofo. Nada de esto bastó para contener la sofistería de los Dialécticos de las Escuelas, pues cada dia iba creciendo con nuevas cavilaciones.

¿De qué te ríes, ciruelo? exclamó el buen anciano, echando fuego por los ojos. ¿Te figuras, por ventura, que tu tío es un trasto arrinconado que no puede empuñar un sable o una pistola?... ¡Oh, demonio! ¡Oh, diablo! añadió cada vez más irritado, gesticulando como un loco por la habitación.