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El maestro Villalpando, por su parte, «había tenido de muchos años muy particular comunicación con una beata, á quien tenía por maestra y rendida la obediencia, á cuya casa acudía muy de ordinario de día y de noche, hasta muy tarde, á las diez y las once, donde lo hallaban cuando lo buscaban para salir á dar los Sacramentos á los enfermos de la parroquia donde era cura, y muchos ratos de la noche estaba con ella sin el menor escrúpulo á oscuras, y entraba en la dicha casa de noche y de madrugada por una puerta falsa con llave que él tenía de ella, y que tenía retratos de la dicha beata, unos pintados, otros de talla, en barro, y los abonaba y encarecía, diciendo que los había hecho por tenerla por mujer muy santa».

«No olvidéis que para acabar con el duque de Lerma, y hacer comprender al rey cuán ruinoso y perjudicial es su gobierno, se necesita hacerse partidarios en las ciudades, y ninguno mejor para Sevilla que Juan de Villalpando: allí tiene hacienda, mujer y parientes, le conoce todo el mundo, y es audaz cuanto se necesita para que todos le respeten y le teman.

«El deseo que el pueblo tenía de saber la resolución que se tomaba en las causas del Maestro Juan de Villalpando y de Catalina de Jesús, que habían sido presos por este Santo Oficio muchos días había, lo movió de manera que con ser este Auto particular, vino á ser el más solemne y de mayor concurso de gente, así de la ciudad como forastera, que jamás se ha visto en otro; pues con ser muy grande la distancia que hay desde las casas del Santo Oficio hasta el dicho convento y la Iglesia de él, que es de las mayores de esta ciudad, hubo gran dificultad en pasar los presos y el acompañamiento del Santo Oficio por las calles y en entrar en dicha Iglesia, según todo estaba ocupado de gente que se había prevenido y tomado lugar desde la media noche

En el altar mayor, sobre su cuadrada carroza, estaba la famosa custodia ejecutada por el maestro Villalpando: un templete gótico, primorosamente calado, que brillaba con el temblor del oro a la luz de los cirios, y de labor tan sutil y aérea, que al menor movimiento estremecíase, meciendo sus remates como manojos de espigas.

En él estoy yo, y nada: me encuentro lo mismo que cuando no bajaba de las Claverías. Nosotros los Villalpando somos de hierro: por algo descendemos de aquel famoso Villalpando que hizo la reja del altar mayor y la Custodia y un sinnúmero de maravillas. Debía ser un gigantón, a juzgar por la facilidad con que retorcía y moldeaba toda clase de metales.

Gabriel, en sus paseos por la catedral, admiraba la verja del altar mayor, maravillosa obra de Villalpando, con sus follajes de oro viejo y sus barrotes negruzcos con manchas de estaño. Estas manchas hacían afirmar a los mendigos y guías del templo que la verja era de plata, sólo que los señores canónigos la habían pintado de negro para evitar que la robasen los soldados de Napoleón.

Con esto pagó á la postre la mulata, pues la obligaron á declararse calumniadora y salió en el ya citado auto de fe de 1627, en compañía de otros condenados como la beata Catalina de Jesús, el clérigo Juan de Villalpando, de quienes ya me ocupé, el esclavo Domingo Vicente, Luisa Narváez y otros pájaros de cuenta.

Felipe III leyó la cabeza y la firma: «¡A don Rodrigo Calderón! ¡El duque de UcedaLee, lee... y juzga. «Mi buen amigo: Es necesario que se den las alcabalas de Sevilla á Juan de Villalpando. Ya le conocéis. Es un hombre muy á propósito para nuestros proyectos. No os olvidéis que para acabar con el duque de Lerma...»

En cuanto al maestro Villalpando, se retractó en público de las veinte y dos proposiciones que le fueron señaladas y se le condenó á estar preso cuatro años en un monasterio sin poder decir misa, y á ser privado de administrar durante su vida los sancionamientos y á pagar 200 ducados y á hacer ciertos ejercicios religiosos....

El canónigo, a lo que don Quijote dijo, respondió: -En verdad, hermano, que más de libros de caballerías que de las Súmulas de Villalpando. Ansí que, si no está más que en esto, seguramente podéis comunicar conmigo lo que quisiéredes.