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Es Sabas, de Bristol. ¡Oye , Sabas! gritó Vifredo, no dobles el espinazo, hijo, ni saques la lengua, que maldito lo que eso te ayudará para poner la flecha en el blanco. Levanta esa cara tan fea que Dios te ha dado, tente tieso, y extiende bien el brazo izquierdo, sin moverlo; ahora tira despacio de la cuerda con la derecha.

ABIND. ¡Que he llegado A tus manos, Alcaide! NARV. Tente espera. ABIND. Ya no me quejo del rigor del hado, Puesto que ha sido en ocasión tan fiera. Huelgo de ver, Alcaide, tu presencia, Aunque me cuesta cara la experiencia. No me ha agraviado mi fortuna en nada, Y pues debo estimarme por tu hacienda, No es bien que esta flaqueza afeminada De cosa tuya sin razón se entienda.

Navarro y otros, ¡son más de dos!, soldados fueron, por do subieron yo subiré. Mi Rey D. Carlos ¡entre en París! y Dios y él solo de polo a polo han de reinar. Y por premiarnos, ¡grano de anís!, tal bizarría ya Dios envía de orbes un par. Capitán tente, ¡bravo español!, Pizarro aguarda que una alabarda falta al Perú.

De éstas no sabe más que lo que a la suya se refiere, y como ésta no ve mucho más allá de sus narices... de ahí que... ¡tente pluma! ¿Cómo es posible que un hombre de tan corta vista logre entender que el fin moral de la tragedia es purgar nuestras pasiones por medio de la compasión y del terror, mientras que el de la comedia es corregir nuestros vicios por medio del ridículo?

En esto que se detuvo, llegó Sancho, y, viéndole en talle de acometer al bien formado escuadrón, le dijo: -Asaz de locura sería intentar tal empresa: considere vuesa merced, señor mío, que para sopa de arroyo y tente bonete, no hay arma defensiva en el mundo, si no es embutirse y encerrarse en una campana de bronce; y también se ha de considerar que es más temeridad que valentía acometer un hombre solo a un ejército donde está la Muerte, y pelean en persona emperadores, y a quien ayudan los buenos y los malos ángeles; y si esta consideración no le mueve a estarse quedo, muévale saber de cierto que, entre todos los que allí están, aunque parecen reyes, príncipes y emperadores, no hay ningún caballero andante.

Lelo y mudo estaba el estudiante en la puerta de su cuarto, cuando su tía se volvió hacia él, y echándole una mirada muy significativa, le dijo: «Pasa; yo me voy. Duerme tranquilo, y mañana te ajustaré las cuentas...». Se fue hacia su alcoba; pero no había dado diez pasos, cuando volvió airada amenazándole con la mano y con un grito: «¡Grandísimo pillo!... Pero tente boca.

Allí apenas se veía, porque la única luz era la de un candil atado en la otra estancia a una tomiza que pendía de una viga del techo; pero el de la carátula vio el bulto de un hombre que se precipitaba sobre él, y le dijo: ¡Tente o mueres! Y le apuntó con el trabuco. Todo ello fue con rapidez maravillosa.

El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias. Proseguía Apolonio, sin dignarse, por su parte, mirar a Novillo: He pintado en un poema alegórico la exacta posición de estos amores disparatados, horribles y delincuentes. Delincuentes, , delincuentes, porque.... Pero tente, lengua liviana y maldecida.

Entonces, prelados astutos, con experiencia católica, me dieron un consejo admirable: captarme con presentes, flores, brocados y joyas, como si fuese a alcanzar los favores de Aspasia; y a la manera de un ventrudo banquero que obtiene las complacencias de una bailarina regalándola una quinta entre árboles, yo, por una sugestión sacerdotal, tenté conseguir la benevolencia de la Madre de los hombres, levantándole una catedral toda de mármol blanco.

Entonces dejó bruscamente Neluco la materia que trataba con el ventero, reducida a saber qué podría servirnos para tomar un tente en pie, y comenzó a preguntarle por la casta de los dos parroquianos que acababan de salir.