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26 Y él dijo: Rey señor mío, mi siervo me ha engañado; pues había tu siervo dicho: Enalbardaré un asno, y subiré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. 27 Pero él revolvió a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios; haz pues lo que bien te pareciere.

Navarro y otros, ¡son más de dos!, soldados fueron, por do subieron yo subiré. Mi Rey D. Carlos ¡entre en París! y Dios y él solo de polo a polo han de reinar. Y por premiarnos, ¡grano de anís!, tal bizarría ya Dios envía de orbes un par. Capitán tente, ¡bravo español!, Pizarro aguarda que una alabarda falta al Perú.

8 Egipto como río se hincha, y las aguas se mueven como ríos, y dijo: Subiré, cubriré la tierra, destruiré la ciudad y los que en ella moran. 9 Subid, caballos, y alborotaos, carros; y salgan los valientes: los etíopes y los de Libia que toman escudo, y los de Lidia que toman y entesan arco.

29 Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre a Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello bastante. 31 Y José dijo a sus hermanos, y a la casa de su padre: Subiré y haré saber al Faraón, y le diré: Mis hermanos y la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán, han venido a ;

Yo me muero de pena exclamó el buen profesor con lastimosos aspavientos . ¿Dónde estarán esas dos niñas? El gentío las separó de nosotros por casualidad... ¿qué digo casualidad? El demonio ha andado aquí. Yo subiré con esta madamita a la tribuna pública, y veremos si están o no están aquí.

El P. Gil, que le seguía con Joaquinita, dijo a ésta al llegar al piso primero: Quédese por ahora aquí; yo subiré solamente. Cuando llegó al segundo, tropezó con D. Álvaro que salía a punto de su habitación. Su rostro, siempre pálido, lo estaba ahora tanto que daba miedo. En cuatro palabras Ramiro le había enterado de lo que ocurría.

Llegue ella al cielo respondió el estropeado como yo la subiré y ensalzaré, y encomendaré con palabras y pensamientos, hasta donde alcance mi humilde merecimiento, puesto que ni todo el lugar en junto, ni cada su morador apartadamente, ni el cristiano viejo por caridad, ni el morisco por el respeto que se debe a un soldado de S. A., como yo, me han dado tanto en un mes como esta hermosísima doncella en un solo día.

No, señora, no ha habido nada de baile ni de canto: fue broma mía exclamó muy sofocado el pobre preceptor, cuyo espíritu se afligía con los crueles alardes de justicia de su señora. ¿Y para qué has bajado estas ropas? preguntó la condesa a Inés. Para que ellas las vieran. Las subiré, señora, y no las volveré a bajar más repuso Inés con humildad.

Y qué abrigaditas con sus pieles... Pues yo tuve anoche mucho frío, y ando con los zapatos rotos. Paren, paren el coche, que voy a subir un ratito. Estoy cansado. ¡Valientes tías!... Subiré por el Dos de Mayo. Por aquí va mucha gente a pie.

Por aquí, por la Carrera abajo, veré la gente que va a paseo, veré los coches, subiré al Retiro, y me estaré allí toda la tarde... Hace buen tiempo, tengo dos duros y no se me da cuidado de nada... Ya empieza a pasar la pillería. Allá va un coche..., y otro y otro. Toma, aquel es de ministro. Chupa gente, ¿sabe el coche?