United States or Japan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Rodaron por la popa las cebollas y el pan, y los dos hombres asomáronse a la borda. , era un atún; pero enorme, ventrudo, poderoso, arrastrando casi a flor de agua su negro lomo de terciopelo; el solitario tal vez de que tanto hablaban los pescadores.

Luego, de allá, del fondo de la memoria, surgía la figura de un semigaucho, que con reminiscencias de vidalitas, ofrecía su mazamorra batida, y tras él un negro pastelero, que silbaba y muy echado para atrás, muy ventrudo, llevando en la cabeza un gran cajón de factura, soplaba como un fuelle: "ta tapao; meté la mano".

En el caldero que era grandísimo, ventrudo y negro, hervía un mediano mar amarillo con burbujas que parecían gotas de ámbar bailando sobre una superficie de oro. Del líquido hirviente salía un chillón murmullo, como el reír de una vieja, y del hogar o rescoldo, profundo son como el resuello de un demonio.

Y como todo esto, en concepto del ventrudo patrón, era una deshonra para su establecimiento, al escuchar las murmuraciones de las comadres volvía á enfurecerse, amenazando con su cuchilla al tímido criado, ó increpaba al tío Tomba para que corrigiese al pillete de su nieto.

Entonces, prelados astutos, con experiencia católica, me dieron un consejo admirable: captarme con presentes, flores, brocados y joyas, como si fuese a alcanzar los favores de Aspasia; y a la manera de un ventrudo banquero que obtiene las complacencias de una bailarina regalándola una quinta entre árboles, yo, por una sugestión sacerdotal, tenté conseguir la benevolencia de la Madre de los hombres, levantándole una catedral toda de mármol blanco.

El barón era lo que se llama, aun hoy, un perfecto caballero. Robusto como un cazador y ligeramente ventrudo, nadie le hubiera hecho más de cuarenta años, aunque había cumplido ya los cincuenta. Los barones de Sanglié datan de una época en que se construía sólidamente. Bastante rico para vivir espléndidamente sin hacer nada, cuidaba de su persona y vivía por vivir bien.

Avanzaba el lingote desde la boca del horno cabeceando, como un animal rojo, ventrudo y torpe; lanzaba un rugido al sentirse agarrado y surgía por el lado opuesto convertido en una viga de fuego, corta y encorvada: y en sucesivos pases adelgazábase, se estiraba con ruidosos quejidos, como protestando de la dolorosa dislocación, hasta que, por fin, no era más que una cinta incandescente que tomaba la forma del riel.