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Vale más encerrarse entonces en las atribuciones modestas del traductor y del copista, destino literario que no tiene en nada absolutamente de humillante, porque hay cien mil copistas por cada inventor.

D.ª Carolina se enfureció, llamó pobrete, hambrón y holgazán a Mario, y se negó resueltamente a soltar un cuarto. Si te figuras concluyó diciendo que nosotros vamos a mantener vagos toda la vida, estás muy equivocada. Esta amenaza la llenó de terror. Se humilló, procuró desarmarla prometiendo no volver a pedirle dinero. Y corrió, como siempre, a encerrarse en su cuarto para llorar perdidamente.

Dejó escapar un sollozo ahogado, se llevó la mano al corazón y salió corriendo de la estancia. Vamos; a encerrarse a su cuarto, como siempre dijo doña Rosalía, sonriendo irónicamente.

No sabemos si después de haber profesado se la pasó el despecho, y se arrepintió de haberse apartado de un mundo, para encerrarse en otro. Ella no lo dijo á nadie. Al profesar, por una antítesis violenta con su carácter, tomó el nombre de María de la Misericordia. Desde que fué monja, empezó á conspirar por su cuenta y á sostener sus conspiraciones con su dinero.

Por fin, aquellas elegantes criaturas sueltan las prendas con descuido escarnecedor sobre las sillas de la sala y corren a encerrarse en el gabinete de Jovita. Cerca de media hora estuvieron deliberando secretamente. D. Cristóbal aguardaba inquieto y ojeroso, paseando con agitación por el corredor como un procesado que espera el veredicto del jurado.

Petra dijo que doña Ana parecía otra: ¡qué alegre! ¡qué revoltosa! nada de encerrarse en la capilla horas y horas, nada de rezar siglos y siglos, nada de leer a su Santa Teresa eternidades.... Vamos, era otra. ¿Y salud? Como un roble. ¿El señorito Paco vino? preguntó de repente De Pas. , señor, hará un cuarto de hora.

Antes de encerrarse en un cuartucho de la «Posada de la Sangre» el antiguo «Mesón del Sevillano», habitado por Cervantes había sentido una ansiosa necesidad de ver la catedral; y pasó más de una hora en torno de ella, oyendo el ladrido del perro que guardaba el templo y rugía alarmado al percibir ruido de pasos en las callejuelas inmediatas, muertas y silenciosas. No había podido dormir.

Y siguió el coche su camino, tras una afable despedida del caballero, que volvía a encerrarse en su empinado y estrecho valle del Nidal....

Huir de los negocios, del tráfico y de las mentiras del mundo; encerrarse con sus hijos, no para recordar noblezas de los abuelos, sino para amar tranquila, sosegadamente, a sus retoños. Era un anacoreta, poco dramático..., de la familia. Su desierto era su hogar. Al mundo iba a la fuerza.

Su resistencia tomó de pronto un tono de protección caballeresca. ¡Abandonar a su amigo don Jaime cuando le veía rodeado de peligros!... ¡Ir a encerrarse en aquel caserón de tristezas, entre señores con faldas negras que hablaban una lengua rara, ahora que en pleno campo, a la luz del sol o en el misterio de las noches, iban a matarse los hombres!... ¡Ocurrir tan extraordinarios sucesos y no verlos él!...