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Anúnciale éste su próxima victoria y la futura fama de Castilla. El séquito del Conde, inquieto por su suerte, lo encuentra al cabo, y le participa la noticia de haber atacado los moros á los cristianos. Al oirla, se apresuran todos á tomar parte en la lid, mandados por tan famoso héroe, y acompañados de las bendiciones del anacoreta.

Contaba con pedir al señor Laubepin algún dinero á cuenta, sobre los tres ó cuatro mil francos que deben quedarnos después del pago íntegro de nuestras deudas, pues por más que me haga el anacoreta desde mi llegada á París, la suma insignificante que había podido reservar para viaje, está agotada completamente, y tan agotada que después de haber hecho esta mañana un verdadero almuerzo de pastor, castanoe molles et pressi copia lactis, he tenido que recurrir para comer, á una especie de pillería, cuyo melancólico recuerdo quiero consignar aquí.

Déjala... Yo te acompañaré adonde quieras. No faltaría más...; ¡ir sola, de noche, por esas calles! En Madrid hay mucho atrevido. Te lo digo con franqueza, porque yo no soy ningún anacoreta. A los pícaros españoles nos gustan tanto las hembras bonitas... No, hija, no. No puedes andar sola de noche. Estás cada día más guapa, y por dondequiera que vas llamas la atención.

Una apatía, una pereza invencible comenzó a postrar como un ensalmo sus miembros y su espíritu, hasta hacerle pasar la mayor parte del día tendido en la cama del anacoreta, ocupado en contar los hoyuelos de la roca o las gotas de agua que caían de las vertientes.

Se que vivis muy retirado y que tratais muy rara vez con los hombres vuestros semejantes; se que vuestra soledad es tan severa como la de un prudente anacoreta; iy que no es tan santa! ?Y quienes son los que estienden estas voces? Mis hermanos en Dios, los paisanos asustados, vuestros propios vasallos que observan vuestra inquietud. Vuestra vida corre el mayor peligro.

Ya se detiene a echar un párrafo con aquel, de rostro estúpido, que lleva el pecho cargado de medallas, escapularios y amuletos; ya habla rápidamente con un viejecillo encanijado y risueño que, paseándose solo y tranquilo junto al muro, con un mugriento kempis en la mano, parece filósofo anacoreta o Diógenes del Cristianismo, por el abandono de su traje y la unción bondadosa de su fisonomía.

11 El gran Rey anacoreta San Onofre, de D. Pedro Francisco Lanini Sagredo. 12 El Eneas de la Virgen y primer Rey de Navarra, de D. Francisco de Villegas y D. Pedro Francisco Lanini Sagredo. 1 Cueva y castillo de amor, de D. Francisco de Leiva. 2 Porcia y Tancredo, de D. Luis de Ulloa. 3 Nuestra Señora de la Victoria y restauración de Málaga, de D. Francisco de Leiva.

La ostra inerte, que el mar se cuidará de sustentar, sólo desea una buena caja para carne, que se entreabra un poco cuando el anacoreta necesita comer, la cual cierra bruscamente si teme ser á su vez pasto de algún ávido vecino.

Padecí también furor de homicidio, y por poco mato a mi tía y a Papitos. Siguieron luego depresiones horribles, ganas de morirme, manía religiosa, ansias de anacoreta, y el delirio de la abnegación y el desprendimiento...

Huir de los negocios, del tráfico y de las mentiras del mundo; encerrarse con sus hijos, no para recordar noblezas de los abuelos, sino para amar tranquila, sosegadamente, a sus retoños. Era un anacoreta, poco dramático..., de la familia. Su desierto era su hogar. Al mundo iba a la fuerza.