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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y mientras salía del cuarto y Maximina se ponía a asearlo, charlaban alegremente. Miguel la embromaba con el convento: ella se defendía negando que tuviese por entonces intención de encerrarse en él. Sin embargo, al través de estas negativas se traslucía que acaso con el tiempo llegase a realizarlo. Un día poniéndose serio le dijo: No soy partidario de los conventos.

Otros, temiendo encerrarse entre los tabiques de acero, permanecían tendidos en los sillones de las cubiertas, bajo la azulada sombra de las lonas, esperando los leves e intermitentes soplos de la brisa sobre el pescuezo sudoroso, en torno del cual se arrugaba el cuello de la camisa como un trapo mojado.

Misia Casilda y don Pablo acudieron en su defensa... Toma, toma, para que aprendas y veas dónde pones las patas otra vez. ¡Quilito! dijo severamente la tía. Don Pablo consiguió quitársela de entre las manos, y el joven vociferó que se iba a su cuarto, a encerrarse, y que no quería ver a nadie, pues odiaba al mundo entero.

Estaba en plena embriaguez de amor, sin otra voluntad que la de adorarle y seguirle. ¡Con él, con él, aunque hubiese de renegar de todo su pasado! Maltrana tenía dinero y se aburguesaba, según decía él irónicamente al hablar de su opulencia. Necesitaba poseer una casa, vivir bajo un techo que fuese suyo, tener un refugio donde encerrarse y trabajar acariciado por el calor de la intimidad amorosa.

Los que estaban en el secreto de la cosa y conocían íntimamente a Juan, no se sorprendieron, sabiendo que, a más de ser amigo de hacer favores, había en él cierta innata tendencia a buscar en lo anormal y extraordinario el encanto de la vida. ¿Y dónde cosa menos vulgar y más desacostumbrada para un médico rico y mimado por la suerte, que ir a encerrarse en un balneario de tercera clase, en el cual no había de ganar honra ni provecho, sólo por servir a un compañero?

El príncipe sintió lastima por estos pigmeos. ¡Desdichados! Se preparaban á jugar, á encerrarse entre paredes, bajo la luz artificial, sin otra ilusión que la del dinero. A él le esperaba algo mejor: iba á conocer por unas horas la única embriaguez interesante de nuestra existencia.

Alguna vez, cuando su espíritu estaba sosegado, por las buenas esperanzas que daba el médico, solía encerrarse en la citada pieza para probarse la bata, el vestido, el sombrero... Sin poder resistir la tentación, dispuso con Emilia varios arreglos, alargando unas cosas, reformando completamente otras.

Y echando a andar hacía su cuarto, entró y cerró la puerta, mientras Cristeta quedaba en el sofá confusa y asombrada, no sabiendo qué sentimiento dominaba en su espíritu, si pena de amor contrariado o gratitud por el respeto que recibía. Al encerrarse don Juan en su habitación se dejó caer sobre una silla, admirado de su propia heroicidad.

Las dos señoras avanzaron lentamente hacia el gabinete. Antes de encerrarse, la niña dirigió una mirada de inteligencia al joven flaco, tratando sin duda de decirle: «No soy yo la que vengo a consultar; es mi madre.

Y como causaba asombro verle encerrarse en Orsel abandonado a una inacción de la cual se lamentaban sus amigos, a esta observación, que no era nueva, replicaba: Cada uno procede según sus fuerzas. Alguien dijo: Eso es prudencia. Puede ser repuso D'Orsel. En todo caso, nadie podría decir que sea una locura vivir tranquilamente en una finca propia y encontrarse a gusto.

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