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Quedaban fríos hasta la mañana siguiente los hornillos de la cocina. No había más resplandor que el de la lumbre de la bitácora; y al encenderla, el paje de guardia decía, según costumbre: «Amén y Dios nos buenas noches; buen viaje, buen pasaje haga la nao, señor capitán y maestre y buena compaña».

En Filipinas faltaban apellidos y hubo que crearlos; en cambio hasta fecha no remota no existió en aquellos archipiélagos quien se llamara Silvestre, por la sencilla razón de que el rumbo de los primeros navegantes borró un día del almanaque; así que en Filipinas el mes de Diciembre no tenía mas que treinta días, necesitándose que Madrid y Roma intervinieran para enmendar ese desaguisado que á la marcha de los tiempos llevó el libro de bitácora de Legaspi.

En el escaparate, ancho y de poca altura, se veían fanales de barco, rodeados de alambres gruesos y dorados; cronómetros, cámaras de bitácora, correderas, sextantes, catalejos y otros muchos instrumentos.

De pronto, fijando una atenta mirada sobre la entrada del puerto, se detuvo, asió un anteojo que había cerca de la bitácora y, aproximándolo al ojo izquierdo, exclamó: Por fin, por fin, ¡qué suerte! ya está aquí, , es él... ¡Vaya una manera de remar! ¡Vamos, firme, bravo, muchachos! ¡doblad, y podremos aprovechar la brisa y la marea!

El último y más célebre de todos, el norteamericano Maury, emprendió valerosamente lo que hubiera hecho retroceder á cualquier Gobierno, el examen y clasificación de innumerables cuadernos de bitácora, de esos informes documentos, á menudo truncados, que llevan los capitanes.

La bitácora, el cuadrante, la ballestilla se han construído cuidadosamente por modelos de la época, como asimismo el farol insignia de popa, en su totalidad de hierro forjado . Con la misma fidelidad se ha procurado reproducir el guión, emblema del poder real conferido á Colón como Almirante, simulacro preciado que tuvo en la mano al pisar la tierra descubierta y tomar su posesión.

Aparte del farol de popa no había más luz en la nave que la del timonel puesta en la forma que el curioso Salazar apunta. «La luz y la aguja de esta ciudad se encierra de noche en la bitácora, que es una caja semejante á estas en que se suelen meter y encubrir los servicios de respeto que están en recámaras de señoras

En el puente tocó con un entusiasmo pueril la caperuza de bronce de la bitácora y los demás instrumentos de dirección, brillantes como si fuesen de oro. Quiso ver la cocina, ó invadió los dominios del tío Caragòl, poniendo en lamentable desorden sus formaciones de cacerolas, asomando su hocico sonrosado á la boca humeante del gran puchero en el que hervía el almuerzo de la gente.

Franz Nissen era un hombre muy serio; gobernaba siguiendo el rumbo con una precisión admirable; sólo cuando las olas ofrecían peligro por su magnitud, se ocupaba de ellas. La brújula estaba delante de la toldilla, a la vista del timonel. Era una bitácora grande, con caperuza de cristal y dos lámparas de cobre a los lados para iluminar la rosa de noche.

Los resultados los anotaba todos los días en el cuaderno de bitácora. Yo solía ayudarle muchas veces a echar el cordel de la corredera, y luego a medir. Tenía una corredera antigua. En general, lo que usaba el capitán, el barómetro, los cronómetros, las cartas de derrota, todo era viejo. En su camarote tenía un reloj de arena; lo prefería por seguro y por silencioso. Zaldumbide odiaba lo nuevo.