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De pronto ardió un fósforo y acto continuo la luz violenta del gas iluminó toda la habitación.

En aquel punto apareció Morsamor donde Urbási pugnaba por que Balarán no se la llevase consigo. ¡Sálvame, Morsamor! dijo al verle . ¡Amor mío, libértame de este aborrecido tirano! El corazón del Brahmatma ardió en celosa ira, al ver a su rival y al oír las amorosas palabras con que Urbási le llamaba.

Yo estaba fuera de : tomé sus dos manos en un transporte de violencia que la dominó: ¡Margarita, pobre hija mía!... ¡escúcheme! ¡La amo, es cierto, y jamás amor más ferviente, más desinteresado, ni más santo, ardió en el corazón de un hombre! Pero usted también me ama... ¡Me ama, desgraciada! y sin embargo, me mata... Habla de corazón triturado y destrozado... ¡Ah! ¿y qué hace usted con el mío?

Ni Colón, ni Galileo, ni Arquímedes han prestado a la humanidad un servicio como el que y yo vamos a prestarle... Dame agua dijo con voz débil el niño, dejando caer su cabecita hacia atrás. D. Pantaleón se la alzó; pero como no podía ya sostenerse sentado, lo tendió sobre la mesa y fue a buscarle agua. El fuego de la inspiración ardió de nuevo en las pupilas del sabio.

Las pocas casas que quedaban en pie estaban habitadas por familias pertenecientes á la raza negra. Por lo que hace á las casas de los blancos, todas habían sido destruídas, con una sola excepción, la ocupada por la farmacia "El Dispensario", que no ardio, probablemente, por su sólida construcción de mampostería y ladrillos.

Verdad sencilla y múltiple: compendio de las eternas ánsias de las gentes: universal y silencioso incendio, que baja sobre todas las conciencias para encender en las insignes frentes la llama inextinguible de las ciencias! La llama ardió. Su luz, que fué de aurora, que se abriese en el cielo de verano, llenó el hogar, como una salvadora consagración del pensamiento humano;

Sin duda que esto es muy bonito, pero no veo yo cómo ha de ser el medio para encumbrarse a la contemplación, primero de la belleza universal, donde se encierran y cifran todas las bellezas individuales, y después a la eterna y perenne fuente de la belleza creada e increada, en cuyas llamas arda nuestro espíritu como ardió Alcides en la cumbre del monte Oeta, y por cuyo fuego seamos arrebatados al empíreo como Enoch y Elías.

He sido más afortunado que dijo Salvador, apartándole otra vez del fuego, que le atraía como a mariposa , porque yo hace tiempo que he olvidado todas las ofensas; hace tiempo que he cogido todos los rencores y arrancándolos de los he echado fuera, como se echa este papel al fuego. Salvador arrojó al fuego un papel que ardió instantáneamente con llamarada juguetona.

En los de ella ardió una chispa maliciosa, y con ademán súbito y desdeñoso arrojó el clavel que tenía en la mano debajo de las sillas. El conde se puso repentinamente serio; sus mejillas se colorearon. En aquel momento entró Manuel Antonio. La conversación se entabló alegre, indiferente. El conde guardaba, sin embargo, un resto de turbación.

Una llama celestial Ardió una vez en mi pecho, Velando junto á mi lecho Un ángel consolador... Era amor Que los dolores suaviza! Mas se convirtió en ceniza Aquel sueño encantador! Pedí consuelo al saber, Y sus ardientes misterios Eran horribles cauterios A mi atormentada sien; Y al vaiven De las olas de la duda Mi inteligencia, desnuda Quedó de esperanza y bien.