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Otros poetas dramáticos de esta época. Bances Candamo. Ojeada retrospectiva acerca de la edad de oro del teatro español. Actores más famosos de este período. Influencia del teatro español en los demás teatros de Europa.

Y aun cuando lo quisiera, me traicionaría yo mismo. No soy ya más que una pobre y vieja ruina, y no soy dueño de mis nervios. Lo notarían a la primera ojeada. Mas, para que no hayas... suplicado... en vano... a tu tío... quiero... por lo menos... ensayar. Por ti y por Roberto, es necesario ante todo salvarte. ¡Día de Dios!

No contenía más que unos cuantos renglones. «Carmen está muy grave. Ya el doctor mandó que se disponga, y a las cinco recibirá el Viático. Vente luego, luego; pide permiso, que el señor don Carlos no te lo ha de negar. Considérame». Puse la cartita en manos de don Carlos. Leyóla de una ojeada, y exclamó: Pues que ensille Mauricio, y ¡vayase usted!

Los vi internarse en él sin sentir celos, y fue para un placer indecible el guardar la puerta para que nadie los sorprendiera. Cuando reaparecieron, estaban silenciosos y fijaban en el suelo sus miradas serias y tristes. No, no se había declarado, bien lo vi a la primera ojeada, pero había hablado del porvenir e insinuado sin duda algunas palabritas de tímida esperanza.

Entonces, ¿es ella? dijo extendiéndome la mano. Una oleada de sangre me subió al corazón; a la primera ojeada comprendí que tenía delante de a un amigo, a quien podría confiarme sin reserva. ¡Quiera Dios que haya usted venido en el buen momento! continuó él. De todos modos, vamos a saberlo ahora mismo. Llévame a su lado, Roberto; sin duda la cosa no es tan grave.

No de otra manera que viéndolas: se parecen en todo, no sabriais decir en qué discrepan; pero hay alguna cosa que no las deja confundir: á la primera ojeada lo percibís, sin atinar lo que es. aquí todo mi pensamiento.

Al cabo ahora de la época, que forma la parte más importante de nuestro objeto, nos será lícito, sin duda, echar una ojeada retrospectiva al terreno ya andado.

Subieron con la misma cautela que habían bajado por la escalera de servicio, echó Enrique una ojeada al gabinete de su madre, y enterándose de que estaba allí Eulalia, subieron ya sin temor alguno al piso segundo y se posesionaron del cuarto de aquella señorita. Lo primero que hicieron fue echar el pasador a la puerta a fin de que no los sorprendiesen.

Los demás, asombrados por mi resistencia, se echaron de nuevo sobre , pero de un golpe con mi cadena eché al suelo otro... Á sus gritos y al ruido de la lucha acudió el vigilante, que se dió cuenta de una ojeada de lo que había sucedido y empuñó el revólver... Todo entró en orden, pero al día siguiente el director me sacó del medio espantoso en que vivía y me colocó en las oficinas del presidio... Allí tuve, si no más libertad, el derecho al menos de sufrir solo, de llorar sin excitar la risa y de rezar sin ser insultado.

La muchacha dirigió á Tragomer una viva ojeada y una graciosa sonrisa á Marenval, y doblando su contrata se la metió en el pecho, no sin enseñar como al descuido la batista de la camisa, y se marchó dejando la atmósfera saturada de perfumes. La señora de Campistrón se sentó al lado de los visitantes. ¿En qué puedo servir á ustedes, señores? dijo en tono insinuante.