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Si no hay cosa mejor que ganarse el pan honradamente, por sus cabales, con tesón, sin impaciencias ni desfallecimientos, que así se va lejos, y de golpe y porrazo no puede hacerse nada bueno. Quilito volvió a reírse. Mire usted, tía, no de otra manera se hacen fortunas en Buenos Aires; ahí tiene a fulano, a zutano y a mengano: ¿dónde se han hecho ricos? ¿detrás de un mostrador? No, en la Bolsa.

Bien estaba el intento de mantener el orden a todo trance, y mucho mejor la confianza manifestada en la lealtad «jamás desmentida» del ejército, base y garantía de la paz y del sosiego públicos, no obstante el eterno trabajo empleado para corromperle por los que intentan hacer de él instrumento de sus «bastardas y descomedidas ambiciones»; pero había que tener en cuenta, ¡muy en cuenta!, que, en determinadas ocasiones, un celo excesivo, imprudente, sólo conducía a exacerbar las impaciencias y a despertar propósitos aún dormidos.

Una noche, conversando Pepe Guzmán con su amiga, y cuando ya ésta comenzaba a curarse de sus impaciencias mortificantes con la cuerda reflexión de que no hay tesoro que merezca este nombre si cuesta adquirirle más de lo que vale, con la serenidad y el aplomo de quien cumple así lo establecido en un programa, hizo él malicioso y experto galán punto redondo en los temas vagos que hasta allí le habían servido desde algunos meses antes para entretener las displicencias de Verónica, y la condujo de repente al terreno que tanto ambicionaba ella; quiero decir, volviendo al símil tan repetido, que la retó de nuevo y que hasta se puso en guardia.

La obra mejor es la que se realiza sin las impaciencias del éxito inmediato; y el más glorioso esfuerzo es el que pone la esperanza más allá del horizonte visible; y la abnegación más pura es la que se niega en lo presente, no ya la compensación del lauro y el honor ruidoso, sino aun la voluptuosidad moral que se solaza en la contemplación de la obra consumada y el término seguro.

Ahora, al amparo de esa sombra de Rey, bailan sobre nuestras costillas; pero los papeles se truecan, .... Figúrese usted que el bravo D. Carlos partió hacia Navarra para conferenciar con Santos Ladrón y otros valientes capitanes, la buena gente, la gente sana, la gente de Dios. Pues bien, hubo una algarada de voluntarios realistas en Viana, por impaciencias tontas y celo mal entendido.

Aún persistían en él ilusiones juveniles, con sus delicadezas y entusiasmos, con sus melancolías, sus arrebatos e impaciencias. El cuerpo principiaba a envejecer antes que el alma, porque esta retardaba su extenuación con fantasmagorías y esfuerzos de iluminismo, de que nacían, aunque por modo artificioso, afectos parecidos a la ternura.

La luz que Facia había encendido en la lamparilla del dormitorio al salir de él, y que aún conservaba en la mano, iluminaba un poco aquellas fauces entenebrecidas; y así pude entreverlas atascadas, materialmente, de figuras apiñadas y oscilantes que miraban hacia nosotros con impaciencias voraces; y aun hubiera jurado yo que allá en el fondo, detrás de toda la masa, pero alzándose un codo sobre la cabeza del más talludo, relucían, como dos linternas en un túnel, los ojazos verdes y saltones del gigantón de la Castañalera.

En estas dudas mortificantes, salió de su cuarto y se dirigió poco a poco y refrenando mal sus impaciencias, al saloncillo donde suponía que estaría ya Nieves, y estaba, en efecto, haciendo labor, en su sitio de costumbre, junto a la puerta del balcón. Hora y media permaneció allí Bermúdez sin adelantar un paso en sus proyectos.

Todos los allí presentes oíamos y callábamos, y nos mirábamos unos a otros sin saber qué contestar. ¿Cómo decirle que el Cura no estaba en la casona ni en el pueblo?... Pero ¡qué ofuscación tan absurda la nuestra! ¿Qué inconveniente había en entretenerle las impaciencias, respondiendo que habían ido a avisarle y que estaba a punto de llegar?

Dios sabe a dónde habría llegado por este brillante camino, si Mariano no se hubiese levantado, anheloso de marcharse. En el singular estado fisiológico en que se encontraba, su lúgubre atonía se interrumpió bruscamente por impaciencias inexplicables. Con un poquillo de ironía dio las gracias al maestro por sus consejos, y se fue a escape, como alma que lleva el diablo.